La tragedia tiñó de rojo la carretera Acapulco-Zihuatanejo anoche, dejando una escena desgarradora en el poblado de El Cayaco, municipio de Coyuca de Benítez. Cinco vidas se apagaron y al menos veinte personas luchan por recuperarse tras un brutal choque entre tres vehículos. El reloj marcaba aproximadamente las 19:05 horas del 21 de septiembre cuando el asfalto se convirtió en testigo mudo de la fatalidad. Un autobús de pasajeros, una camioneta y un automóvil colisionaron de frente, desatando el caos y la desesperación.

Las primeras versiones, aún sujetas a investigación, apuntan a que el autobús invadió el carril contrario, impactando de lleno a los otros dos vehículos. La fuerza del impacto fue devastadora, transformando los hierros retorcidos en una prisión mortal para dos de los conductores: el del autobús y el de la camioneta. Un video, testimonio crudo del horror, circula ya en redes sociales, mostrando la magnitud de la tragedia y la lucha contrarreloj de los rescatistas.

En la camioneta, según testimonios recogidos en el lugar, viajaban trabajadores que regresaban de una jornada laboral especialmente dolorosa: la construcción de una tumba. La ironía del destino se hace presente, añadiendo una capa más de tristeza a este lamentable suceso. Imaginen el contraste: horas antes, construyendo un espacio para el descanso eterno de otro ser humano, y ahora, atrapados en un escenario de muerte propia.

La movilización de los servicios de emergencia fue inmediata. Unidades de Protección Civil de Atoyac de Álvarez, Tecpan de Galeana y el puerto de Acapulco, junto con paramédicos de la Cruz Roja, se desplegaron en la zona para atender a los heridos. La escena, sin duda, impactó incluso a los profesionales más experimentados: un mosaico de gritos de dolor, llantos de desesperación y la lucha incansable por rescatar a las víctimas de entre los hierros.

Mientras las autoridades continúan con las investigaciones para determinar las causas exactas del accidente, la carretera federal permanece parcialmente cerrada. Las labores de rescate y remoción de los vehículos se extienden a lo largo de la noche, en una carrera contra el tiempo para restablecer el tránsito y, sobre todo, para brindar la atención necesaria a los afectados.

Este trágico accidente nos recuerda la fragilidad de la vida y la importancia de la precaución al volante. Una decisión equivocada, un descuido mínimo, puede tener consecuencias devastadoras. La carretera Acapulco-Zihuatanejo, escenario de tantas historias, se convierte hoy en un símbolo de luto y un llamado a la reflexión sobre la responsabilidad que implica conducir un vehículo. ¿Cuántas tragedias más serán necesarias para que tomemos conciencia? La respuesta, lamentablemente, la seguimos buscando. Mientras tanto, las familias de las víctimas enfrentan el dolor más profundo, un dolor que ningún discurso o promesa puede aliviar. A ellos, nuestra solidaridad y nuestro más sentido pésame.