22 de septiembre de 2025 a las 10:15
Fernando Leal: Magia y Arte
Sumergidos en un ambiente impregnado de arte desde la cuna, pocos pueden jactarse de haber respirado la misma atmósfera que Fernando Leal Audirac. Imaginen crecer rodeados de los gigantes del muralismo mexicano, figuras como Ramón Álvarez de la Canal, Fermín Revueltas, Jean Charlot y el propio padre de Fernando, pilar fundamental de este movimiento que transformó la identidad artística del país. No es simplemente historia, es la vida cotidiana de Leal Audirac, un legado que se filtra en cada trazo, en cada pincelada.
Su padre, Fernando Leal, no solo fue un artista excepcional, sino el catalizador de una revolución pictórica. Convocó a los grandes nombres, a las mentes brillantes que darían vida a los muros que contarían la historia de México. Junto a José Vasconcelos, quien a su vez invitó a Diego Rivera y Roberto Montenegro, formaron la semilla de un movimiento que trascendería fronteras y generaciones. Crecer en ese crisol de creatividad, en ese hervidero de ideas, marcó a fuego el destino de Fernando Leal Audirac.
A pesar de la omnipresencia del arte, la infancia de Leal Audirac estuvo marcada por otra fascinación: la conquista del espacio. La carrera espacial, en pleno apogeo, cautivó su imaginación. Soñaba con ser un físico nuclear, un científico que desentrañara los misterios del cosmos. Un anhelo que revela la inquietud intelectual que siempre lo ha caracterizado, la búsqueda constante de conocimiento, de explorar nuevos horizontes.
Sin embargo, el arte, como un imán invisible, lo atrajo de vuelta a su esencia. De la mano de Guillermo Sánchez Lemus, se adentró en las técnicas ancestrales, en los secretos de los antiguos maestros. Se convirtió en un alquimista del color, un explorador de las texturas, redescubriendo la magia del temple y el fresco, técnicas que considera fundamentales para la formación de cualquier artista. Un conocimiento que trasciende lo meramente técnico, que conecta con la historia, con la raíz misma de la creación artística.
Leal Audirac no se conforma con la tradición, la abraza y la proyecta hacia el futuro. Su visión internacional, destacada por Emilia Gironella Parra, lo llevó a traspasar las fronteras, a romper con los estereotipos y a construir una carrera en Milán. Desde allí, desafía las convenciones del mercado del arte, cuestiona los cánones estéticos y se embarca en una búsqueda constante de nuevas formas de expresión.
Su profunda conexión con la teología, alimentada por las tertulias de "El grupo de los viernes" junto a figuras como Ernesto de la Peña, lo condujo a un encuentro excepcional: pintar al Papa Juan Pablo II. Imaginen la escena: la Plaza de San Pedro, el Papa rodeado de su séquito, y Fernando Leal Audirac, solo, a escasos metros del Sumo Pontífice, inmortalizando su imagen. Un privilegio concedido a pocos, un momento que se grabó a fuego en su memoria, "horas que parecieron siglos", como él mismo lo describe. Una experiencia que resume la trayectoria de un artista singular, un hombre que ha sabido conjugar la tradición con la innovación, la búsqueda intelectual con la pasión creativa, dejando una huella imborrable en el mundo del arte.
Fuente: El Heraldo de México