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22 de septiembre de 2025 a las 09:20
El interminable conflicto de Gaza
Dos años. Dos años han transcurrido desde aquel fatídico 7 de octubre que marcó un punto de inflexión en el ya complejo conflicto entre Israel y Palestina. El ataque de Hamás, que dejó una estela de muerte y destrucción, con casi 1200 judíos asesinados y más de 250 secuestrados, resuena aún con crudeza en la memoria colectiva. A las puertas de este sombrío aniversario, la esperanza de un alto al fuego, de un respiro para la población civil atrapada en la espiral de violencia, se antoja una quimera. La semana de alto nivel de la Asamblea General de la ONU, con la presencia de líderes mundiales, se convierte en un escenario donde las palabras, los discursos y las promesas, aunque necesarias, parecen insuficientes ante la magnitud de la tragedia. El posible reconocimiento del Estado de Palestina por parte de algunos países, si bien simbólicamente importante, no se traduce en una solución tangible al conflicto. La ONU, una vez más, se encuentra maniatada, impotente ante una crisis que ha desafiado todos los intentos de mediación, que ha sobrevivido a la Guerra Fría y que ha escalado a niveles insospechados.
Se alza un clamor global: detener el ciclo mortal. La exigencia de que Israel cese su respuesta desproporcionada en Gaza, que priorice la vida de los civiles palestinos, se hace cada vez más fuerte. Si bien la mayoría de los rehenes han sido recuperados, la posibilidad de un intercambio por la retirada israelí de Gaza, una solución que podría aliviar el sufrimiento de miles de personas, se presenta como una opción viable, aunque compleja. Hamás, Irán, Hezbolá y los hutíes, actores clave en la región, han visto mermada su capacidad por las acciones militares israelíes, pero esta realidad no parece influir en la lógica del gobierno israelí, empecinado en una estrategia que, si bien busca la seguridad, tiene un costo elevadísimo para su imagen y posición internacional.
Las imágenes de miles de civiles palestinos muertos, de niños marcados por la guerra, de familias desplazadas y de la hambruna que asola Gaza, son heridas abiertas en la conciencia mundial. Estas realidades han provocado reacciones contundentes por parte de la comunidad internacional, incluyendo países tradicionalmente aliados de Israel, que han optado por la presión política y diplomática, medidas contra miembros del gobierno israelí e incluso sanciones económicas. La propuesta de la Comisión Europea de suspender las preferencias arancelarias para productos israelíes y de imponer sanciones contra ministros de extrema derecha y colonos extremistas en Cisjordania, evidencia la creciente preocupación por la situación. Tanto Hamás como Israel se enfrentan a órdenes de detención emitidas por la Corte Penal Internacional por violaciones al derecho internacional humanitario, un recordatorio de que la justicia, aunque lenta, no olvida.
En esta guerra sin horizonte claro, dos partes se enfrentan en una lucha sin cuartel. Hamás, aferrado a Gaza y luchando por su supervivencia, parece indiferente al sufrimiento de su propio pueblo. Israel, por su parte, busca una solución definitiva a través de la fuerza, amparado en su superioridad militar, el apoyo incondicional de Estados Unidos y un contexto internacional que, lamentablemente, parece tolerar el uso de la fuerza. El 7 de octubre, lejos de ser un día de conmemoración, se perfila como un triste recordatorio de un conflicto enquistado, una herida abierta en el corazón de Oriente Medio. La guerra en Gaza, me temo, continuará, prolongando el sufrimiento de un pueblo atrapado entre la violencia y la desesperanza. La pregunta que resuena es: ¿cuánto tiempo más tendrá que esperar la paz?
Fuente: El Heraldo de México