22 de septiembre de 2025 a las 09:30
El cuidado: ¿quién cuida a las cuidadoras?
El acto de amor de Alicia Matías Teodoro, protegiendo a su nieta con su propio cuerpo de la explosión en La Concordia, ha conmovido a todo un país. La imagen, grabada a fuego en nuestra memoria colectiva, nos habla de un instinto protector inquebrantable, un sacrificio que trasciende cualquier explicación lógica. Sin embargo, quedarnos solo con la narrativa del heroísmo, con la romantización de su acto final, sería una injusticia. Sería invisibilizar el contexto de vulnerabilidad que la rodeaba, un contexto que, lamentablemente, comparten miles de mujeres en México.
Alicia no solo era una abuela amorosa, era también una trabajadora informal, sin seguridad social, parte de una cadena generacional de mujeres cuidadoras. Mujeres que asumen, casi por inercia cultural, la responsabilidad del cuidado de los demás, sacrificando a menudo sus propios proyectos de vida. Y tras su partida, ¿quién cuidará ahora de su familia? ¿Quién asumirá el peso emocional, físico y económico que ella cargaba? Casi con total seguridad, serán otras mujeres de su familia quienes, en silencio y sin reconocimiento público, continuarán tejiendo la red de cuidados. Se verán obligadas a abandonar sus trabajos, postergar sus sueños y enfrentar la precariedad económica. La tragedia, pues, se multiplica, se expande como las ondas de la explosión, alcanzando a otras mujeres en un ciclo aparentemente interminable.
Es urgente, por tanto, ampliar el foco. Mirar más allá de la imagen icónica de Alicia y su nieta. Preguntarnos por las demás mujeres de las familias afectadas por esta tragedia. ¿Qué pasará con ellas? ¿Cómo enfrentarán las secuelas físicas y emocionales de la explosión? ¿Quién cuidará de los heridos, de quienes queden con discapacidades, de los niños que han perdido a sus padres?
La respuesta, aunque duele admitirlo, la conocemos. Serán ellas, las mujeres, las esposas, las madres, las hijas, las hermanas, las abuelas. Ellas serán quienes asuman la tarea titánica de la reconstrucción, tanto física como emocional. Ellas serán las que gestionen las citas médicas, las terapias, los cuidados diarios. Ellas, una vez más, serán las cuidadoras invisibles, cuyo trabajo no se remunera, no se reconoce, y a menudo, las lleva al límite de sus fuerzas.
Recordemos que en México, según datos del INEGI, más del 70% del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado recae sobre las mujeres. Dedican a estas tareas el triple de tiempo que los hombres. Un desequilibrio que se agudiza en situaciones de crisis, como la que viven las familias de La Concordia.
No podemos conformarnos con contar los muertos y los heridos. Debemos también contar las historias de las mujeres que quedan atrás, las damnificadas por los cuidados, aquellas cuya vida quedará marcada por esta tragedia. Mujeres que, como Alicia, se enfrentarán a la adversidad con coraje y resignación, pero que necesitan mucho más que nuestro aplauso. Necesitan apoyo real, necesitan políticas públicas que reconozcan y valoren su trabajo, necesitan que la sociedad comparta la responsabilidad de los cuidados.
Alicia fue una heroína, sí, pero su heroísmo no debe ocultar la realidad de miles de mujeres que viven en la vulnerabilidad. Su historia debe ser un llamado a la acción, una oportunidad para reflexionar sobre el papel de las mujeres en nuestra sociedad y la importancia de construir un futuro más justo e igualitario para todas.
Fuente: El Heraldo de México