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21 de septiembre de 2025 a las 09:05

Agonía Puma: Empate en CU

La euforia auriazul se desvaneció en un suspiro. CU, que vibraba con el rugido de un triunfo casi asegurado, enmudeció ante la implacable ley del fútbol: el que no los hace, los sufre. Pumas, a punto de saborear la miel de su tercera victoria consecutiva, vio cómo Tigres, con garra y oportunismo, le arrebataba dos puntos en el último aliento del partido. Un encuentro que tuvo todos los ingredientes de un clásico instantáneo: intensidad, polémica, drama y un final de infarto.

Desde el pitazo inicial, el Olímpico Universitario se convirtió en un hervidero de emociones. La afición, entregada como siempre, empujaba a los suyos hacia el arco rival. La primera gran oportunidad llegó temprano, un penal a favor de Pumas que prometía inaugurar el marcador. Ramsey, con la responsabilidad sobre sus hombros, se paró frente al balón. CU contuvo la respiración. El disparo, sin embargo, se fue desviado, dejando escapar una ocasión de oro y sembrando la incertidumbre en las gradas.

El partido se convirtió en un ajedrez táctico. Pumas, fiel a su estilo, presionaba arriba, buscando asfixiar la salida de Tigres y adueñarse del balón. Los regiomontanos, agazapados, esperaban su momento para contragolpear. Los minutos transcurrían y el cero se mantenía inamovible en el marcador, alimentando la tensión en el ambiente.

Cuando la sombra del empate parecía alargarse sobre el Olímpico, apareció la magia de José Juan Macías. El delantero, con un destello de calidad, encontró el hueco en la defensa felina y desató la locura en CU. El gol, al minuto 85, era un premio a la insistencia universitaria y parecía sentenciar la victoria. La afición estalló en júbilo, creyendo que los tres puntos ya estaban en el bolsillo.

Pero el fútbol, caprichoso e impredecible, tenía reservado un final dramático. Un penal a favor de Tigres, a escasos minutos del final, enfrió la fiesta auriazul. Keylor Navas, el guardián de la portería puma, se vistió de héroe al detener el disparo. Sin embargo, en el fútbol, la alegría puede durar un suspiro. En el rebote, Correa, con olfato goleador, empujó el balón al fondo de la red, silenciando al Olímpico Universitario y desatando la euforia en el banquillo visitante.

El 1-1, como un balde de agua fría, caía sobre la afición local. Los últimos minutos fueron un frenesí. Ambos equipos, con el corazón en la mano, buscaron el gol de la victoria, pero el tiempo se agotó. El silbatazo final decretó un empate que deja a Pumas con siete partidos sin perder, pero con la amargura de haber dejado escapar dos puntos en casa. Un partido que quedará en la memoria de la afición, como un recordatorio de que en el fútbol, hasta el último segundo, todo puede pasar.

Fuente: El Heraldo de México