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21 de septiembre de 2025 a las 09:25
Adiós, Israel: Europa harta
La sombra de la guerra se extiende sobre Gaza, más densa y opresiva que nunca. No hablamos de una escaramuza más, de un intercambio de fuego aislado. Hablamos de una ofensiva brutal, de tanques israelíes arañando el corazón de Gaza Ciudad, dejando tras de sí un paisaje fantasmal de evacuaciones masivas, barrios reducidos a escombros y cientos de miles de personas vagando sin rumbo, buscando un refugio que no existe. Las cifras, frías e implacables, nos golpean con la crudeza de la realidad: más de 63 mil palestinos muertos desde 2023, una cifra escalofriante que se vuelve aún más desgarradora al saber que casi el 94% de las víctimas son civiles. La hambruna, reconocida por organismos internacionales, extiende su manto de desesperación sobre una población atrapada en una espiral de violencia sin fin. No se trata de operaciones quirúrgicas, como algunos pretenden justificar. Estamos ante un patrón de destrucción sistemática, una herida abierta en la conciencia del mundo.
Pero en medio de la oscuridad, un rayo de esperanza se abre paso desde Bruselas. La Comisión Europea, en un movimiento sin precedentes, ha puesto sobre la mesa un paquete de sanciones contra Israel. Suspensión de concesiones comerciales por 5.8 mil millones de euros, sanciones a ministros y colonos, recortes en programas de cooperación… medidas contundentes que rompen un tabú histórico. Por primera vez, el núcleo de la UE se plantea imponer costos económicos reales a la conducta bélica del gobierno de Netanyahu. España e Irlanda, con firmeza y determinación, presionan por la aplicación de medidas duras. Alemania, tradicionalmente el principal apoyo de Israel en Europa, admite que está considerando sumarse a la iniciativa. Incluso si Hungría se opone, un simple giro en la postura de Berlín marcaría un punto de inflexión, el fin de la ambigüedad estratégica europea.
¿Por qué es tan importante este cambio de rumbo? Porque sancionar no es un gesto simbólico, una palmada en la muñeca. Es una manera de reconocer la desproporcionalidad de la respuesta israelí, el impacto humanitario devastador y verificable. Es una señal, un mensaje claro que va más allá de los comunicados de prensa y se traduce en costos materiales. Es un incentivo para un alto el fuego, para que la ayuda humanitaria pueda llegar a quienes la necesitan desesperadamente. Es, en definitiva, una muestra de coherencia con el derecho internacional, ese mismo que Europa invoca con tanta vehemencia en otros conflictos.
Las implicaciones geopolíticas de este debate europeo son de largo alcance. Una UE dispuesta a sancionar a Israel por violaciones humanitarias rompe con décadas de indulgencia política y abre la posibilidad de una fractura más visible con Estados Unidos, cuyo apoyo incondicional a Netanyahu se mantiene firme. Si Bruselas actúa, no solo podría influir en el curso de la guerra, sino también reposicionarse como un actor normativo con mayor independencia frente a Washington.
Este cambio de postura refleja también la creciente presión interna en varios países europeos. La opinión pública se ha vuelto cada vez más crítica con Israel, y las protestas masivas en capitales como Madrid, Dublín, Berlín o París han puesto a los gobiernos en una situación difícil de ignorar. El costo político de la inacción ya no es abstracto, se mide en encuestas, en calles llenas de manifestantes y en partidos que capitalizan el descontento ciudadano.
En contraste con la cautela de Washington, Bruselas parece decidida a demostrar que los principios humanitarios no pueden ser opcionales. Si las sanciones se concretan, Israel enfrentará por primera vez consecuencias económicas sistémicas por parte de su principal socio occidental.
Europa ya no puede mirar hacia otro lado. Con casi toda la población de Gaza desplazada, miles de muertos en cuestión de semanas y una hambruna en curso, el precio de la inacción es la complicidad. La pregunta es si esta vez la UE cumplirá con lo que proclama o si volverá a refugiarse en la hipocresía del doble rasero. ¿Será suficiente para detener la lógica de la guerra? ¿O solo estamos asistiendo a un giro momentáneo que se desvanecerá bajo la presión de la realpolitik? ¿Hasta cuándo podrá Europa sostener su discurso de valores sin ponerlos en práctica? El mundo observa, con la esperanza puesta en que la respuesta, por fin, esté a la altura del desafío.
Fuente: El Heraldo de México