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20 de septiembre de 2025 a las 20:10
Universidades de Afganistán prohíben libros de mujeres.
La sombra de la censura se cierne una vez más sobre Afganistán. La reciente decisión del gobierno talibán de retirar libros escritos por mujeres del sistema universitario, junto con la restricción de asignaturas relacionadas con derechos humanos y acoso sexual, ha desatado una ola de indignación internacional. No se trata simplemente de la eliminación de textos académicos, sino de un silenciamiento sistemático de las voces femeninas en el ámbito intelectual y un retroceso alarmante en la lucha por la igualdad de género. Imaginen las aulas universitarias, espacios tradicionalmente dedicados al debate y la expansión del conocimiento, ahora privadas de la riqueza y la perspectiva que aportan las escritoras afganas. ¿Qué mensaje se envía a las jóvenes estudiantes, a las futuras generaciones de mujeres que aspiran a contribuir al desarrollo de su país? La respuesta es desoladora: un mensaje de exclusión, de subordinación, de invisibilidad forzada.
El argumento esgrimido por el Ministerio de Moralidad, que catalogó 680 libros como "preocupantes" por contravenir las políticas del régimen y la sharia, no hace más que evidenciar la profunda brecha que separa la visión talibán de los estándares internacionales de derechos humanos. De esos 680, 140 títulos, fruto del intelecto y la pluma de mujeres afganas, han sido directamente prohibidos. Es un golpe directo a la libertad de expresión, un intento de borrar la contribución femenina al pensamiento y al diálogo social. La prohibición de 18 asignaturas, incluyendo aquellas que abordan temas cruciales como derechos humanos y acoso sexual, agrava aún más la situación. Se priva a los estudiantes de herramientas fundamentales para comprender y combatir problemáticas sociales urgentes, perpetuando un ciclo de ignorancia y vulnerabilidad. La justificación de "prevenir la inmoralidad y el vicio" para restringir el acceso a internet es, a todas luces, una cortina de humo que oculta el verdadero objetivo: controlar la información y silenciar las voces disidentes.
Mientras el gobierno talibán niega las acusaciones de misoginia y asegura que los derechos de las mujeres son respetados "según la sharia", la realidad que viven las mujeres afganas contradice flagrantemente estas afirmaciones. La imposición del velo integral, la limitación de la educación hasta el sexto grado, la prohibición de hablar en público, son solo algunos ejemplos de las restricciones que las confinan a un segundo plano, negándoles la posibilidad de participar plenamente en la vida social, económica y política del país. La interpretación extremista de la sharia, que considera a las mujeres como "vicio" y justifica su ocultamiento para "evitar la tentación" de los hombres, es una afrenta a la dignidad humana y un obstáculo insalvable para el progreso de la sociedad afgana.
La actuación de la policía de la moral, o mohtasabeen, con sus advertencias, multas y encarcelamientos, instauran un clima de miedo y represión que ahoga cualquier intento de disidencia. La comunidad internacional no puede permanecer impasible ante esta flagrante violación de los derechos humanos. Es imperativo ejercer presión sobre el régimen talibán para que respete los derechos fundamentales de las mujeres y garantice su acceso a la educación, la libertad de expresión y la participación plena en la sociedad. El futuro de Afganistán depende, en gran medida, de la capacidad de sus mujeres para contribuir al desarrollo del país. Silenciar sus voces es condenar a toda una nación al estancamiento y la oscuridad.
Fuente: El Heraldo de México