19 de septiembre de 2025 a las 09:20
Sheinbaum da el Grito: ¿Primera Presidenta?
La histórica noche del 15 de septiembre resonó con el vibrante "¡Viva, Josefa Ortiz Téllez-Girón!" pronunciado por la primera Presidenta en la historia de México. Un momento cargado de simbolismo, con 250 mil mexicanos como testigos en el Zócalo, que marca un hito en la lucha por la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres. Una lucha que se antoja titánica considerando el sombrío panorama que dibujan las estadísticas: 8,571 feminicidios registrados entre 2015 y 2025, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. La paradoja es evidente: una mujer al frente del Estado mexicano, en un país lacerado por la violencia de género.
Esa misma noche, mientras se conmemoraba el Grito de Dolores, la narrativa oficial perpetuaba el mito del nacimiento de la soberanía, obviando la verdadera fecha: el 27 de septiembre de 1821. Una fecha ligada, además, a la figura de Agustín de Iturbide, verdugo de los insurgentes y artífice de una monarquía constitucional. Este hecho revela una constante en nuestra historia: la tendencia a construir mitos y a ocultar bajo la alfombra la persistencia de dictaduras y monarquías, disfrazadas o no, que han moldeado nuestro destino. Desde Santa Anna y Porfirio Díaz, hasta la “presidencia imperial” del nacionalismo revolucionario, el centralismo ha sido el verdadero rostro de un Estado que se declara federal. La "Verdad Histórica", impuesta una y otra vez, distorsiona nuestra percepción del pasado y nos aleja de una comprensión profunda de nuestro presente.
En este contexto complejo, la Presidenta enfrenta retos monumentales. Heredera de un caudillo nostálgico que revivió el priismo de los 70, carga con el peso de errores, defectos y vicios del pasado: gastos superfluos, megaobras faraónicas, una economía estancada, un sistema de salud y seguridad pública en ruinas, empresas públicas en quiebra, corrupción enquistada en las fuerzas armadas, huachicoleo fiscal y el poder desmedido de los cárteles. A esto se suma la presencia de figuras políticas controvertidas en las altas esferas del poder, un lastre que dificulta aún más la gobernabilidad.
Con una frialdad estratégica, la Presidenta ha iniciado la limpieza de la casa, removiendo los cánceres enquistados durante el primer sexenio de Morena. Su “segundo piso” ha sido clave en esta reestructuración, ajustando cuentas con aquellos que se creían intocables. Con una visión clara del panorama nacional e internacional, busca salir de la sombra del caudillo, midiendo con precisión los costos y las oportunidades, evitando rupturas abruptas y actuando con firmeza donde los problemas demandan soluciones inmediatas. En paralelo, avanza en su agenda personal, comprometida con la equidad de género.
La política económica, tanto a nivel nacional como internacional, se presenta como uno de los mayores desafíos. El nulo crecimiento económico limita la capacidad del Estado para financiar el modelo de bienestar basado en programas sociales. La asfixia fiscal y la estricta recaudación, por sí solas, no son suficientes para impulsar la economía. En el ámbito internacional, la habilidad para manejar la volatilidad de figuras como Donald Trump y sus políticas económicas seguirá siendo crucial.
México necesita una inyección económica sustancial para materializar la visión de prosperidad compartida. De no conseguirla, ni la más brillante estadista podrá combatir eficazmente el crimen, reformar el disfuncional Poder Judicial, perseguir la corrupción o limpiar su propio movimiento de aquellos que, escudándose en el nombre del país, han privilegiado sus intereses personales.
A la Presidenta le restan cinco Gritos en el balcón de Palacio Nacional. Cinco oportunidades para acercarnos a la utopía de un México con verdadero desarrollo. De no lograrlo, el último Grito que escucharemos no será de Independencia, sino un desgarrador clamor de desesperanza y frustración.
Fuente: El Heraldo de México