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20 de septiembre de 2025 a las 01:15

Septiembre: ¿Mes maldito?

Septiembre, un mes que resuena en la memoria colectiva de México. No por el inicio del otoño, ni por las fiestas patrias, sino por la inquietante recurrencia de la tierra temblorosa. Cinco fechas grabadas a fuego, dos días en particular, el 7 y el 19 de septiembre, que han visto al país enfrentarse a la furia de la naturaleza. 1985, 2017, 2021, 2022… años que marcan hitos en la historia sísmica de la nación, una crónica de devastación y resiliencia, de pérdidas irreparables y lecciones aprendidas.

El espectro del 85 aún se cierne sobre el recuerdo. Un 8.1 que despertó a la Ciudad de México con una violencia inimaginable, dejando una cicatriz imborrable en su paisaje urbano y en el alma de sus habitantes. Las cifras, frías y contundentes, hablan de una tragedia de magnitudes épicas: miles de edificios reducidos a escombros, decenas de miles de damnificados, y un número de víctimas que aún hoy estremece. La réplica del día siguiente, un 7.6, agravó la devastación, derribando lo que la primera sacudida había dejado en pie. Un golpe doble que obligó a México a mirar de frente su vulnerabilidad y a replantear sus cimientos, tanto físicos como sociales.

De las ruinas del 85 surgió una nueva conciencia. La necesidad de una alerta sísmica, la urgencia de actualizar los reglamentos de construcción, la importancia de una cultura de protección civil arraigada en la sociedad. Medidas que, si bien no pueden detener la fuerza de la tierra, sí pueden mitigar sus efectos y salvar vidas. El simulacro del 19 de septiembre, más que un ejercicio, es una conmemoración, un recordatorio de la fragilidad de la existencia y de la importancia de estar preparados.

Pero la historia sísmica de septiembre no se detiene en 1985. 2017, otro año marcado por la tragedia. Dos sismos, uno el 7 y otro el 19, sacudieron al país con una fuerza brutal. El del 7, un 8.2 con epicentro en Chiapas, dejó una estela de destrucción en el sur del país. Oaxaca, Chiapas, Tabasco… estados que vieron cómo la tierra se abría bajo sus pies. El del 19, un 7.1 que golpeó con saña a la Ciudad de México, revivió los fantasmas del 85, aunque esta vez, la ciudad respondió de manera diferente. Los edificios, construidos bajo nuevas normativas, resistieron mejor. La alerta sísmica, aunque imperfecta, dio algunos segundos preciosos para reaccionar. La sociedad, con la memoria fresca del pasado, se organizó para ayudar a los afectados.

Y luego, 2021 y 2022, nuevos sismos en septiembre, nuevas pruebas para la resiliencia del país. Eventos que, si bien no alcanzaron la magnitud de los anteriores, sirvieron como un recordatorio constante de que México vive en una zona de alta sismicidad. Un recordatorio de que la preparación no es una opción, sino una necesidad.

¿Casualidad o una cruel ironía del destino? Los expertos coinciden en que la repetición de sismos en septiembre es una mera coincidencia, un capricho estadístico. Pero para muchos mexicanos, septiembre es sinónimo de temblor, un mes que evoca el miedo, la incertidumbre, pero también la solidaridad y la esperanza. Un mes que nos recuerda que, a pesar de la fuerza de la naturaleza, la fuerza del espíritu humano es aún mayor.

Fuente: El Heraldo de México