19 de septiembre de 2025 a las 03:55
¡Exceso de tarea lleva a niño al hospital!
La presión académica en China vuelve a encender las alarmas. El caso de Liangliang, un niño de 11 años hospitalizado tras una maratónica jornada de 14 horas de estudio, nos obliga a reflexionar sobre la delgada línea que separa la exigencia de la sobrecarga en la educación. Si bien la ambición y el deseo de superación son valores admirables, la salud física y mental de nuestros hijos debe ser siempre la prioridad. ¿A qué precio estamos forjando el futuro de las nuevas generaciones?
La imagen de Liangliang, con sus manos contorsionadas en una "garra de gallina", es un testimonio desgarrador del estrés extremo al que se ven sometidos muchos niños en el competitivo sistema educativo chino. Sus padres, con la mejor intención de ayudarlo a ponerse al corriente con sus deberes, terminaron siendo testigos de las consecuencias devastadoras de una jornada de estudio inhumana. La pregunta que surge es: ¿hasta qué punto la responsabilidad recae únicamente en los padres? ¿Es justo señalarlos con el dedo cuando el sistema en sí mismo promueve una cultura de competitividad feroz desde la más tierna infancia?
El caso de Liangliang no es un hecho aislado. El Hospital Central de Changsha reporta un incremento alarmante en el número de niños atendidos por síntomas relacionados con el estrés y la fatiga extrema. Un aumento de diez veces en un solo mes es una cifra que debe preocuparnos a todos. Es una señal de que algo está fallando. A pesar de las reformas implementadas por el gobierno, como la política de "doble reducción" de 2021, la realidad en muchos hogares chinos sigue siendo la misma: largas jornadas de estudio, presión constante por obtener las mejores calificaciones y una carga de tareas que roba a los niños su infancia.
Es importante recordar que la infancia es una etapa crucial para el desarrollo integral del individuo. El juego, el descanso y la interacción social son tan importantes como la adquisición de conocimientos académicos. Un niño sometido a un estrés constante no solo pone en riesgo su salud física y mental, sino que también puede desarrollar problemas emocionales a largo plazo, como ansiedad, depresión y baja autoestima.
El caso de Liangliang debe servir como un llamado a la reflexión. Es necesario repensar el modelo educativo y priorizar el bienestar de los niños. La competitividad no debe ser sinónimo de sacrificio extremo. Es fundamental encontrar un equilibrio que permita a los niños desarrollar su potencial sin comprometer su salud y su felicidad. Los padres, los educadores y las autoridades deben trabajar juntos para crear un entorno de aprendizaje más saludable y equilibrado. El futuro de China depende de la formación de ciudadanos sanos y felices, no de máquinas de estudiar exhaustas y estresadas. ¿Estamos preparados para asumir ese reto?
Fuente: El Heraldo de México