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20 de septiembre de 2025 a las 01:25

El legado de amor de Rockdrigo vive a través de Amandititita.

Cuarenta años. Cuatro décadas. Una vida marcada por la ausencia. Para Amandititita, el 19 de septiembre no es solo un día de conmemoración nacional, es un aniversario personal de dolor, una fecha que la regresa a la edad de seis años, a la confusión y el desamparo de perder a su padre, Rockdrigo González, en el devastador terremoto de 1985. El recuerdo la persigue, la interrogante persiste: "¿Por qué nos pasó esto, papá?". Una pregunta que resuena en el vacío dejado por una figura paterna y por un ícono de la música mexicana.

El sismo, un monstruo de 8.1 grados en la escala de Richter, no solo derrumbó edificios, sino que también fracturó el alma de una ciudad y la vida de miles de personas. En medio del caos, la tragedia personal de Amandititita se entrelazó con la tragedia colectiva. Mientras la Ciudad de México se convertía en un escenario de polvo, escombros y sirenas, una niña de seis años se enfrentaba a la pérdida más grande de su vida. La música, que unía a padre e hija, se tiñó de un silencio ensordecedor.

Rockdrigo, "El Profeta del Nopal", inmortalizó con su guitarra y su voz la cotidianidad de la capital mexicana en los años 80. Sus letras, crónicas urbanas llenas de ironía y poesía, resonaban con una juventud desencantada que encontraba en sus canciones un reflejo de su propia realidad. Estación del Metro Balderas, Los Intelectuales, Distante Instante, himnos de una generación que veía en Rockdrigo la voz de sus inquietudes y frustraciones.

Pero más allá del mito, del icono musical, estaba el padre. Un padre que partió demasiado pronto, dejando un hueco imposible de llenar. Amandititita, heredera de su talento y su sensibilidad, carga con el peso de la memoria, la responsabilidad de mantener vivo el legado de Rockdrigo, no solo como artista, sino como el hombre que fue, con sus virtudes y sus defectos.

En su libro "Un Día Contaré Esta Historia", Amandititita desgrana su vida marcada por la ausencia, los prejuicios y el escrutinio público. Una vida en la que la figura de su padre se agiganta, a veces opacando su propia identidad. La lucha por encontrar su voz, por construir su propio camino en el mundo de la música, a la sombra de un gigante.

Amandititita no solo recuerda al artista, recuerda al padre. Y en ese recuerdo, en esa búsqueda constante de respuestas, encuentra la fuerza para seguir adelante, para honrar su memoria a través de su propia música, de su propia historia. La ciudad se reconstruye, la vida continúa, pero la herida, aunque cicatrizada, permanece. Un recordatorio constante de la fragilidad de la existencia y del poder imborrable de la memoria. Un legado que trasciende la música y se convierte en un testimonio de amor, pérdida y resiliencia. Un legado que Amandititita lleva consigo, como una llama eterna que ilumina su camino.

Fuente: El Heraldo de México