19 de septiembre de 2025 a las 09:40
Descubre la elegancia minimalista de Luis Gal
La primera vez que vi la obra de Luis, no recuerdo dónde ni cuándo, me impactó con una sutileza que perdura. Sus monotipos capturan la esencia del cuerpo femenino con una mirada firme y trazos sensuales, sin artificios, una expresión libre y atrapante. Es como si el artista, en su soledad creativa, hubiera destilado la esencia misma de la feminidad, plasmándola en el lienzo con una precisión casi etérea. Uno se pregunta qué proceso interior, qué ensoñaciones y reflexiones lo llevaron a esa representación tan singular. Porque la creación artística es un viaje solitario, un diálogo interno con las musas, una búsqueda constante de la belleza y la originalidad. No es un proceso instantáneo, sino una lenta gestación, una exploración minuciosa que se desarrolla en la intimidad del taller.
Me imagino a Luis inmerso en ese universo personal, experimentando con texturas y tonalidades, descubriendo nuevas posibilidades expresivas con cada pincelada, con cada movimiento de la espátula. Sus obras no buscan la complejidad rebuscada, sino la intensidad de lo esencial. Un rojo cálido y luminoso que vibra en la tela, un verde hierba que evoca la naturaleza, amarillos terrosos que hablan de la tierra, sombras que insinúan misterios. Y el blanco, utilizado con maestría, testimonio de una larga experiencia, una vida dedicada a la búsqueda de la luz.
Reencontrarme con Luis Gal recientemente fue una oportunidad para apreciar la evolución de su obra. Compartimos la pasión por las imágenes y la conversación fluyó de manera natural, centrándose en nuestro interés común: la pintura. En sus piezas actuales, observo una delicada emulsión de formas y siluetas cuidadosamente trabajadas. Espigas que se mecen al viento, montañas que se elevan imponentes, el fluir del agua, flores rojas que emergen de la tierra, pétalos que vuelan con la brisa, ciénegas y bosques que susurran secretos, nebulosas grisáceas que insinúan lo desconocido, temporales que se avecinan, flores blancas con corolas quebradas en un equilibrio perfecto. Una poderosa sencillez, una visión silvestre que no necesita semántica para conmovernos. La belleza se percibe, se siente, no se explica.
Es una lástima que la obra de Luis no sea tan reconocida en su tierra natal, quizá debido a su trayectoria internacional. Hemos hablado sobre las dificultades que enfrentan los artistas, atrapados entre las exigencias del mercado y los intereses de las galerías. Hay pintores famosos con escaso talento y otros, con una gran riqueza plástica, que permanecen en la sombra, apreciados solo por aquellos que saben mirar con detenimiento. Luis pertenece a este último grupo. Su vida lo ha llevado a Francia y México, ha participado en numerosas exposiciones y residencias artísticas, como "La toma del Edificio Balmori" (1989) y la magnífica "La Tabla de los Elementos" (2019), curada por Rogelio Cuéllar y María Luisa Passarge, que dio origen a un libro homónimo.
La obra de Luis Gal posee una bella austeridad. Espera pacientemente al espectador curioso, al espacio adecuado, a ese otro que comprende que una obra de arte es una ventana a múltiples horizontes, un abanico de sensaciones y colores, una invitación a un viaje interior.
Fuente: El Heraldo de México