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19 de septiembre de 2025 a las 09:25

Brexit: ¿El Reino Unido en jaque?

El retorno de Donald Trump al escenario internacional, con la pompa y circunstancia de una visita de Estado al Reino Unido, ha generado un terremoto político cuyas réplicas se sentirán durante mucho tiempo. Más allá del brillo de las cenas de gala en Windsor y la retórica grandilocuente sobre la "relación especial", se esconde una compleja trama de intereses, ambiciones y contradicciones que definen el nuevo tablero geopolítico. La decisión de Keir Starmer, en su primer año como Primer Ministro, de desplegar la alfombra roja para el expresidente estadounidense no es un simple gesto protocolario. Es una apuesta arriesgada, un acto de malabarismo político en el que Starmer intenta equilibrar la necesidad imperiosa de inversión extranjera con la creciente presión interna y el escrutinio internacional.

La imagen de Trump y Starmer sonrientes, estrechando manos ante la mirada estoica de la Guardia Real, es una postal que esconde una profunda asimetría de poder. El Reino Unido, post-Brexit y con una economía tambaleante, se aferra a la promesa de miles de millones de dólares en inversión, especialmente en sectores estratégicos como la Inteligencia Artificial. Trump, con su habitual pragmatismo, ofrece el capital y la tecnología que el Reino Unido necesita, pero a un precio: la alineación con su agenda, a menudo controvertida, en materia de comercio, política exterior y seguridad.

Este "Acuerdo de Prosperidad Tecnológica", con sus promesas de inversiones multimillonarias por parte de gigantes como Microsoft, Nvidia y Google, ¿es una bocanada de aire fresco para la economía británica o una hipoteca a largo plazo de su soberanía estratégica? La pregunta resuena con fuerza en los pasillos de Westminster y en las calles de Londres, donde las protestas contra la visita de Trump recuerdan el historial polémico del expresidente. La sombra de Jeffrey Epstein y las acusaciones de interferencia electoral se proyectan sobre la visita, empañando la narrativa de la "relación especial".

La Unión Europea observa con recelo este acercamiento transatlántico. La posibilidad de un Reino Unido alineado con la visión aislacionista de Trump genera inquietud en Bruselas, que teme una fragmentación del frente occidental en un momento de crecientes tensiones globales. La guerra en Ucrania, la competencia con China y la crisis climática exigen una respuesta coordinada, y la apuesta de Starmer por Trump podría socavar los esfuerzos europeos por construir una soberanía estratégica propia.

El dilema de Starmer es evidente: ¿hasta dónde está dispuesto a ceder en principios y valores a cambio de la promesa de prosperidad económica? La presión de los mercados, la necesidad de generar empleo y la urgencia de demostrar que el Brexit no ha sido un error estratégico, lo empujan hacia Trump. Pero al hacerlo, arriesga alienar a un sector importante de su electorado, despertar recelos en Europa y quedar atrapado en la órbita de un actor político impredecible y polarizador.

La visita de Estado de Donald Trump al Reino Unido no es un punto final, sino el comienzo de un nuevo capítulo en la compleja relación transatlántica. Un capítulo lleno de interrogantes, incertidumbres y contradicciones que definirán el futuro del Reino Unido en el escenario global. ¿Será un socio subordinado de Washington? ¿Un puente entre continentes? ¿O un actor errático que apuesta por la inestabilidad trumpista por desesperación económica? El tiempo lo dirá. Lo que es seguro es que la visita de Trump ha dejado al descubierto la fragilidad británica y la habilidad del expresidente para convertir la diplomacia en un gran espectáculo mediático.

Fuente: El Heraldo de México