18 de septiembre de 2025 a las 09:25
Sinaloa: un año de violencia en las aulas
Un año después del 9 de septiembre, Sinaloa aún sangra. Las cifras, frías y contundentes, nos golpean como un mazazo: miles de desaparecidos, miles de homicidios, una economía devastada. Pero más allá de los números, hay rostros, historias, familias destrozadas que buscan respuestas, que claman justicia. La marcha del 7 de septiembre fue un grito desgarrador, un río humano que inundó las calles de Culiacán, no con violencia, sino con la fuerza de la indignación, con la esperanza de un futuro diferente. No eran colores partidistas, eran los colores del dolor, de la frustración, pero también de la resistencia. Una resistencia que se nutre de la memoria, del recuerdo de quienes ya no están, y de la firme convicción de que la violencia no puede, no debe, normalizarse.
Sin embargo, en medio de este panorama desolador, hay una herida silenciosa, profunda, que amenaza con gangrenar el futuro de Sinaloa: la educación. 25 mil niños y niñas ausentes en las aulas de Culiacán. Imaginen: el estadio de los Tomateros, repleto, y aún así, miles de pequeños quedando fuera. ¿Dónde están? ¿Qué les depara el destino? El ausentismo no es un simple dato estadístico, es un síntoma alarmante de la profunda crisis que atraviesa el estado. Son 25 mil futuros truncados, 25 mil oportunidades perdidas, 25 mil semillas de esperanza que no germinan. Y a esto se suma la preocupante realidad de quienes sí asisten a la escuela, pero no aprenden. Las evaluaciones muestran un rezago educativo significativo, una brecha que se amplía y que condena a generaciones enteras a la marginación.
El Banco Mundial, UNICEF, organismos internacionales, han advertido sobre las consecuencias devastadoras de la exclusión educativa. Cada niño y niña fuera de la escuela es una pérdida irreparable, no solo para Sinaloa, sino para el mundo. Es un talento desperdiciado, un potencial desaprovechado, una luz que se apaga antes de tiempo. ¿Cómo podemos aspirar a la paz, a la reconstrucción, si abandonamos a nuestra infancia? La respuesta es simple: no podemos.
La educación no es un lujo, es un derecho fundamental. Es la herramienta más poderosa para transformar realidades, para construir un futuro más justo, más equitativo, más próspero. Es la vacuna contra la violencia, el antídoto contra la desigualdad. Sinaloa necesita invertir en educación, no solo en infraestructura, sino también en la formación de docentes, en el acompañamiento socioemocional de los estudiantes, en la creación de entornos de aprendizaje seguros y estimulantes. Necesitamos recuperar a esos 25 mil niños y niñas ausentes, tenderles la mano, ofrecerles un futuro digno.
La marcha del 7 de septiembre nos recuerda que la paz no se decreta, se construye. Se construye con justicia, con oportunidades, y sobre todo, con educación. Es hora de que Sinaloa asuma el reto, de que coloque la educación en el centro de la agenda pública. Es hora de cerrar la herida, de sanar las cicatrices, de sembrar la esperanza en el corazón de nuestra infancia. El futuro de Sinaloa está en juego, y no podemos permitirnos fallar. No podemos permitirnos perder a una sola niña, a un solo niño más.
Fuente: El Heraldo de México