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18 de septiembre de 2025 a las 12:25
Redescubre Terra Nostra
Cincuenta años han transcurrido desde que Carlos Fuentes desató sobre el mundo literario el torrente incontenible de "Terra Nostra", una obra que, lejos de conformarse con narrar una historia, aspira a abarcarlo todo. El tiempo, en su incesante fluir, se ve atrapado en sus páginas; la filosofía, con sus intrincados laberintos, encuentra un espacio donde desplegar sus interrogantes; el arte, en todas sus manifestaciones, se entreteje con la trama; la religión, con sus dogmas y misterios, se somete al escrutinio de la palabra; y, por encima de todo, el vasto y complejo imaginario de la hispanidad se erige como el eje central de esta monumental creación. Medio siglo después, "Terra Nostra" sigue resonando con la fuerza de un hito literario, codeándose con gigantes de la talla de Balzac, Proust y García Márquez.
No se trata simplemente de una novela, sino de una experiencia literaria total, un viaje a través del tiempo y la cultura que exige del lector una entrega absoluta. Como bien apunta Pedro Ángel Palou, acercarse a "Terra Nostra" requiere dejar de lado la reverencia y abrazar la libertad interpretativa. Su ambición barroca, esa acumulación desbordante de sentidos y referencias, no es un obstáculo, sino la esencia misma de la obra. No busca ser descifrada, sino vivida, experimentada como un torbellino de ideas y emociones. Al igual que "El Quijote" o el "Ulises", "Terra Nostra" se erige como una profunda burla al afán occidental de explicarlo todo, de encasillar la realidad en categorías predefinidas.
Su publicación en 1975, en pleno apogeo del "boom" latinoamericano, no fue casualidad. Fuentes, consciente del contexto literario en el que se insertaba, quiso responder a la genialidad de García Márquez, Vargas Llosa y Cortázar con una obra que explorara la totalidad de la cultura hispánica, una suerte de respuesta a la pregunta: "¿quiénes somos?". Existía, sin duda, una competencia amistosa, una "envidia de la buena" que impulsaba a cada uno de estos autores a superarse a sí mismos y a sus contemporáneos. Fuentes, en particular, sentía la necesidad de crear su propio equivalente a las grandes obras universales, un legado que trascendiera las barreras del tiempo y el espacio.
Desde su concepción, "Terra Nostra" fue concebida como una exploración exhaustiva del tiempo, la historia y el mestizaje. Su densidad y complejidad estructural, sin embargo, desconcertaron a muchos lectores. La crítica, aunque reconoció la ambición del proyecto, no pudo evitar cierta perplejidad ante la intrincada arquitectura narrativa. No es, en definitiva, una novela amable, sino un desafío intelectual que exige del lector una participación activa.
El barroco, reinterpretado desde una perspectiva americana, se convierte en el eje formal y conceptual de la obra. Fuentes no lo utiliza como mero ornamento, sino como principio estructural. Su maximalismo, su creencia en la acumulación como generadora de sentido, nos remite a la exuberancia de Tonantzintla, donde lo indígena y lo europeo se abrazan en una síntesis única. La erudición, presente en cada página, no busca imponer saberes, sino alimentar el juego y la ironía. La risa, el humor, se convierten en las claves para acceder al universo de "Terra Nostra".
En definitiva, "Terra Nostra" nos propone una mirada plural, abierta, contradictoria y profundamente lúdica, una mirada que nos recuerda que no existe una sola verdad, que debemos cuestionarlo todo, incluso a nosotros mismos. Es una novela que creó su propia constelación literaria, un universo propio que sigue fascinando y desafiando a los lectores cincuenta años después de su nacimiento. Como diría Fuentes hoy, "Burlémonos de nosotros. No nos creamos tanto". Y en esa burla, en esa ironía, reside la clave para comprender la grandeza de "Terra Nostra".
Fuente: El Heraldo de México