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18 de septiembre de 2025 a las 09:35

Domina el arte de la persuasión

El debate sobre qué define a un buen entrenador de fútbol es tan antiguo como el deporte mismo. Se habla de tácticas, de estrategias, de la lectura del juego… Pero hay algo más profundo, algo que trasciende los esquemas y las pizarras: la capacidad de inspirar, de transformar, de esculpir el potencial latente en un diamante en bruto. Marcelo Bielsa, con su habitual precisión, apuntó a la importancia de que un entrenador logre que sus jugadores jueguen "de manera proporcionada a las virtudes que ya poseen". Es una verdad innegable, un punto de partida esencial. Pero, ¿qué separa a los buenos entrenadores de los excepcionales?

La diferencia, como bien señala el autor, radica en la proporción de su influencia. Un buen entrenador organiza, optimiza, pule lo existente. Un entrenador excepcional, en cambio, trasciende la mera administración del talento. Es un alquimista que transforma el plomo en oro, que ve más allá de lo evidente y despierta habilidades dormidas, potencia virtudes ocultas y construye, no sólo equipos, sino futuros. Su influencia no se limita al presente, sino que proyecta una visión a largo plazo, una promesa de evolución constante.

Y aquí es donde entra en juego el factor humano, la oratoria, el liderazgo. No se trata solo de entender el fútbol, sino de entender a los futbolistas. De conectar con ellos a un nivel más profundo, de inspirarlos a superar sus propios límites. En el mundo del fútbol moderno, donde los jugadores son estrellas multimillonarias, la motivación intrínseca puede ser un bien escaso. El entrenador excepcional se convierte entonces en un mentor, en un guía, en una fuente de inspiración constante. Su palabra, cargada de convicción y pasión, es la chispa que enciende el motor del progreso.

Figuras como Sir Alex Ferguson, Pep Guardiola o Jurgen Klopp son ejemplos paradigmáticos de esta raza especial de entrenadores. Su legado no se mide solo en títulos, sino en la huella imborrable que han dejado en sus jugadores, en la forma en que los han transformado, no solo como futbolistas, sino como personas.

Y en este contexto, la figura de Xabi Alonso emerge con fuerza. Su trabajo en el Real Madrid revela una visión que va más allá de la gestión del talento existente. Alonso no se limita a observar lo que sus jugadores son, sino que se enfoca en lo que pueden llegar a ser. El caso de Arda Guler es un ejemplo perfecto. Un jugador que bajo la dirección de Carlo Ancelotti parecía destinado a un papel secundario, ha florecido bajo el mando de Alonso, mostrando una creatividad y una inteligencia táctica que antes permanecían ocultas.

Este es el sello distintivo del gran entrenador: la capacidad de ver el potencial donde otros solo ven limitaciones, de cultivar el talento con paciencia y dedicación, de inspirar a sus jugadores a alcanzar cimas que ni siquiera ellos mismos imaginaban. Xabi Alonso, con su meticulosa labor y su visión de futuro, parece estar labrando su propio camino hacia la élite de los entrenadores excepcionales. El tiempo dirá si logra consolidar su lugar en ese selecto grupo, pero los primeros indicios son, sin duda, altamente prometedores. La transformación de Arda Guler es una prueba tangible de su capacidad para moldear el futuro del fútbol.

Fuente: El Heraldo de México