18 de septiembre de 2025 a las 09:35
Delfines vs Bills: ¿Quién reinará en el TNF?
La noche se cierne sobre Miami con un peso ominoso. El brillo del sol de Florida parece incapaz de penetrar la densa nube de incertidumbre que rodea a los Dolphins. Tres derrotas consecutivas. Un inicio de temporada que se asemeja más a una pesadilla que al sueño de playoffs que anhelaban. El innovador sistema ofensivo de Mike McDaniel, otrora una sinfonía de jugadas impredecibles y explosivas, se ha convertido en una melodía monótona y predecible. La chispa, ese elemento mágico que los distinguía, parece haberse extinguido.
La sombra de las lesiones de Tua Tagovailoa se alarga sobre el campo. El quarterback, el director de orquesta de la ofensiva, lucha por recuperar su ritmo, por reencontrar la conexión con sus receptores. Tyreek Hill, la bala humana, ya no deslumbra con sus carreras explosivas de 60 yardas. Confinado a rutas cortas, su velocidad endiablada se ve constreñida, un Ferrari obligado a circular por un camino vecinal. Jaylen Waddle, por su parte, navega en un mar de inconsistencias, incapaz de consolidarse como la segunda amenaza aérea que el equipo necesita.
El fantasma de Jonnu Smith, el ala cerrada que la temporada pasada superó las 700 yardas, persigue a Tagovailoa. Su reemplazo, Darren Waller, se encuentra en el dique seco, luchando contra las limitaciones físicas que lo alejan del emparrillado. La ofensiva terrestre, pilar fundamental de cualquier equipo aspirante al título, es un desierto árido. De'Von Achane, el corredor con el potencial de romper defensas, se estrella contra un muro infranqueable: una línea ofensiva incapaz de abrirle camino. Sus 85 yardas acumuladas son un testimonio doloroso de la ineficacia del juego por tierra.
Enfrente, los Bills de Buffalo se alzan como un titán. Josh Allen, el MVP reinante, continúa su marcha imparable. Su ofensiva, una máquina perfectamente engrasada, no ha levantado el pie del acelerador. La defensa rival, obsesionada con detener a Allen, abre espacios para James Cook, el corredor que la semana pasada firmó la segunda mejor actuación de su carrera con 137 yardas y dos touchdowns.
La ofensiva de Buffalo, la segunda más productiva de la liga, promedia más de 35 puntos por partido. Un contraste brutal con la defensa de Miami, que ha permitido 33 puntos por encuentro. La decisión de desprenderse de Jalen Ramsey, Jevon Holland y Jordan Poyer, piezas clave de la defensa, se revela ahora como un error estratégico de consecuencias devastadoras.
Desde 2016, Miami no ha logrado vencer a Buffalo en su propio terreno. El historial, la forma actual de ambos equipos y las estadísticas, pintan un panorama sombrío para los Dolphins. La victoria de los Bills se presenta como un resultado casi inevitable. Miami, sumido en una crisis profunda, se aferra a la esperanza de un milagro, a un cambio radical de fortuna que le permita revertir la situación y escapar de la espiral de derrotas que lo amenaza. La noche en Buffalo se presenta como una prueba de fuego para los Dolphins, un examen que determinará si pueden resurgir de las cenizas o si, por el contrario, se hunden definitivamente en el abismo de la desesperanza.
Fuente: El Heraldo de México