18 de septiembre de 2025 a las 22:35
Abuela de 95 años, ¿asesina?
La tranquilidad del Seagate Rehabilitation and Nursing Center en Coney Island se vio brutalmente interrumpida. Un silencio denso, cargado de incredulidad y horror, reemplazó el murmullo habitual de los residentes. Nina Kravtsov, de 89 años, una sobreviviente del Holocausto que había encontrado refugio en este centro, yacía sin vida en su cama. La escena, estremecedora: manchas de sangre en su rostro, en su cabeza, impregnando las sábanas. Un macabro lienzo que hablaba de una violencia inimaginable dentro de los muros de un lugar destinado al cuidado y reposo.
La imagen se torna aún más perturbadora al descubrir a otra residente, una mujer de 95 años identificada como Smirnova, en el baño de la habitación. Sus manos, su camisón, sus piernas… salpicadas de sangre. La escena, digna de una película de terror, contrasta con la fragilidad aparente de la anciana. Lavándose las manos, como si intentara borrar las huellas de un acto inconcebible.
La policía, alertada por una llamada al 911, no tardó en llegar. Cada detalle, cada elemento de la habitación, se convirtió en una pieza crucial del rompecabezas. Una silla de ruedas sin apoyapiés. Uno de ellos, manchado de sangre, yace debajo de la ventana. La hipótesis del brutal asesinato comienza a tomar forma.
El informe médico es contundente: traumatismo craneoencefálico causado por golpes con un objeto contundente. La mirada se posa nuevamente sobre Smirnova. Las pruebas circunstanciales son abrumadoras. Apenas dos días antes del homicidio, la anciana había ingresado al centro, compartiendo habitación con la víctima. ¿Qué pudo desencadenar semejante acto de violencia entre dos mujeres que compartían el ocaso de sus vidas? ¿Un arranque de ira? ¿Un desvarío repentino? ¿Un secreto oculto tras la fachada de la senilidad?
La fiscalía no titubea. Smirnova, a sus 95 años, es arrestada y acusada de homicidio en segundo grado y posesión ilegal de un arma en cuarto grado. La noticia impacta a la comunidad. La incredulidad da paso a la consternación. ¿Cómo es posible que una anciana, en la etapa final de su vida, sea capaz de cometer semejante atrocidad?
El caso de Nina Kravtsov y Smirnova abre un debate incómodo sobre la violencia en los centros geriátricos, sobre la salud mental de los ancianos y sobre la fragilidad de la vida, incluso dentro de los muros que prometen protección y cuidado. La investigación continúa, buscando respuestas en un laberinto de preguntas sin resolver. Mientras tanto, la sombra de la tragedia se cierne sobre el Seagate Rehabilitation and Nursing Center, un recordatorio sombrío de que la violencia puede manifestarse en los lugares más inesperados, incluso en el corazón de la vejez.
Fuente: El Heraldo de México