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18 de septiembre de 2025 a las 01:25

Tragedia familiar: Hijo de F. Báez muere igual que su padre

El eco de la tragedia resuena con una fuerza desgarradora en la comunidad artística dominicana. La repentina partida de Arturo Báez Cordero, un joven cineasta con una prometedora carrera por delante, deja un vacío imposible de llenar. A sus 34 años, la vida de Arturo fue truncada abruptamente en un accidente de tránsito en las calles de Nueva York, un escenario tan distante de la vibrante Santo Domingo que lo vio nacer y crecer. La ironía cruel del destino se hace aún más palpable al recordar la pérdida de su padre, el reconocido cineasta Fernando Báez, también víctima de un accidente de tránsito años atrás. Dos vidas dedicadas al arte, apagadas de manera similar, dejando una profunda herida en el corazón de la familia y del cine dominicano.

El impacto del choque, la velocidad desmedida del vehículo responsable, el incendio que se desató… Los detalles del accidente pintan un cuadro de caos y desesperación. A pesar de los esfuerzos heroicos de los bomberos y el personal médico, las heridas de Arturo resultaron fatales. La noticia ha conmocionado a todos, desde sus colegas en la industria cinematográfica hasta aquellos que tuvieron la fortuna de conocerlo personalmente. Se habla de su talento innato, de su pasión por el cine, de su carisma innegable. Se recuerdan sus trabajos, desde proyectos independientes hasta videoclips musicales para artistas de renombre internacional como Camilo y Evaluna Montaner. Cada uno de estos recuerdos se convierte ahora en un preciado tesoro, un testimonio de la vida y el legado de un artista que se fue demasiado pronto.

Más allá de su trabajo en el cine, Arturo era un hombre de familia. Hijo de dos figuras prominentes del arte dominicano, el director Fernando Báez y la cantante María Cordero, creció rodeado de creatividad y sensibilidad. Su matrimonio con Lía Lizardo, hija de la actriz Lumy Lizardo, unía aún más a estas dos familias en el ámbito artístico. La pérdida de Arturo no solo deja un vacío en el cine, sino también en el seno de una familia que ha dedicado su vida al arte y la cultura. El dolor que embarga a su esposa, a su madre, a su suegra, es un dolor compartido por toda una comunidad que lamenta la pérdida de un talento excepcional.

Mientras las autoridades neoyorquinas continúan investigando las circunstancias del accidente y el conductor responsable enfrenta cargos, la comunidad artística dominicana se une para honrar la memoria de Arturo. Su legado, aunque truncado, seguirá vivo en cada fotograma que filmó, en cada historia que contó, en cada vida que tocó con su arte. Su recuerdo se convertirá en una fuente de inspiración para las futuras generaciones de cineastas dominicanos, un recordatorio de la pasión y el talento que florecían en el corazón de este joven artista. Su partida deja un vacío inmenso, pero también una profunda admiración por la vida y obra de Arturo Báez Cordero, un nombre que resonará por siempre en la historia del cine dominicano.

Fuente: El Heraldo de México