La tensión se podía cortar con un cuchillo en La Casa de los Famosos México. El ambiente, habitualmente cargado con las risas provocadas por las bromas de Abelito, se había transformado en un hervidero de expectativas. Todos sabían que el rey de las bromas, el maestro de la travesura, podía caer en cualquier momento. Y esta vez, la víctima designada era él.

El artífice de la venganza, el osado justiciero que se atrevió a desafiar al mismísimo Abelito, no era otro que Shiky. Su plan, audaz y arriesgado, consistía en devolverle la moneda con la misma artillería pesada que Abelito solía utilizar: una sonora flatulencia. La elección del arma no fue casual. Abelito era conocido en la casa por su, digamos, liberalidad a la hora de liberar gases, convirtiéndose en una especie de leyenda dentro de esas cuatro paredes.

Shiky, con la precisión de un cirujano y el sigilo de un ninja, ejecutó su plan. El objetivo estaba en la mira, la tensión en su punto máximo… y la flatulencia fue liberada. Una sonrisa triunfal se dibujó en el rostro de Shiky, una risa contenida comenzó a escapar de sus labios… pero la victoria duró poco. Un repentino cambio en su expresión, una mueca de sorpresa y pánico, precedió a una veloz retirada. No hacia el baño, no. Directo a la regadera, como un alma en pena buscando la absolución.

Minutos después, la historia comenzó a tejerse. Dalilah, confidente y testigo involuntaria del drama que se desarrollaba, escuchaba con incredulidad y creciente hilaridad el relato de Shiky. El plan, según él, había funcionado a la perfección. La flatulencia había sido lanzada con éxito… pero algo inesperado había sucedido. Una extraña sensación en las piernas, un calor inusual… la verdad, inevitable e innegable, se abría paso entre las carcajadas de Dalilah: Shiky, en su intento de venganza, se había hecho del baño.

La historia, como la pólvora, corrió por la casa. De boca en boca, la anécdota se convertía en leyenda. El vengador vengado, el bromista convertido en broma. Shiky, con la vergüenza quemándole las mejillas, confesó su accidente a Abelito, quien, lejos de compadecerse, propagó la noticia con la misma velocidad con la que sus bromas solían sembrar el caos en la casa.

El clímax de la historia llegó cuando Shiky, acorralado por las risas y los comentarios, tuvo que relatar su experiencia frente a todos. Con la cabeza gacha y la voz entrecortada, confesó su infortunio, mientras Abelito, desde un rincón, observaba el espectáculo con una sonrisa pícara. La amenaza de venganza, lanzada entre dientes por un humillado Shiky, prometía un nuevo capítulo en esta guerra de bromas.

La historia de la flatulencia vengativa se convirtió en un clásico instantáneo dentro de La Casa de los Famosos México. Un recordatorio de que, a veces, la mejor broma es la que el destino nos juega, y que incluso el maestro de las travesuras puede caer víctima de sus propias artimañas. Y, por supuesto, una prueba irrefutable de que en la convivencia, incluso los momentos más incómodos, pueden convertirse en la fuente de las risas más memorables. ¿Habrá aprendido Shiky la lección? ¿O la sed de venganza lo impulsará a una nueva, y posiblemente aún más desastrosa, broma? Solo el tiempo lo dirá.