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17 de septiembre de 2025 a las 12:30

Revive la magia: Viajes de Olguín

La pulsión viajera, ese impulso irrefrenable que nos empuja a explorar lo desconocido, se entrelaza con el acto creativo en la obra de Guillermo Olguín de una forma casi simbiótica. Para este artista, el viaje no es un mero desplazamiento físico, sino un peregrinaje interior, una búsqueda constante de la esencia que nutre su arte. "Viajar es respirar", afirma, y en esa respiración encuentra los símbolos, los colores, las texturas que dan vida a sus lienzos. Como un alquimista moderno, transmuta las experiencias vividas en Oaxaca, los paisajes que se graban en su retina, el susurro del mar y los ecos de la memoria en una obra vibrante y llena de significado.

Imaginen a Olguín, nacido en el crisol cultural de la Ciudad de México en 1969, recorriendo las calles de Oaxaca en su infancia, empapándose de la riqueza de sus rituales, la intensidad de sus colores, el misticismo que impregna cada rincón. Esa Oaxaca, cuna de tradiciones ancestrales, se convierte en el germen de su imaginario, en la fuente inagotable de inspiración que marcará para siempre su trayectoria artística. Los entierros, la comida, los ritos, una fusión fascinante de lo católico y lo indígena, despertaron en el joven Olguín una curiosidad insaciable, una necesidad de plasmar en el lienzo la magia que lo rodeaba.

La libertad que sus padres le brindaron, permitiéndole pintar las paredes como un lienzo infinito, fue fundamental en su desarrollo creativo. Ese acto de rebeldía, de romper con las convenciones, se convirtió en la semilla de un estilo propio, una voz única en el panorama artístico contemporáneo. Esa tensión entre lo rural y lo cosmopolita, entre la tradición y la vanguardia, se refleja en cada trazo, en cada pincelada, en la constante experimentación que caracteriza su obra.

Olguín no se limita a una sola técnica, a un solo lenguaje. Su obra es un diálogo constante entre lo tradicional y lo contemporáneo, una fusión de técnicas y oficios que se enriquecen mutuamente. La gráfica, con su inmediatez y accesibilidad, ocupa un lugar especial en su trayectoria. "Me gusta que sea accesible, que acerque mi obra a la gente joven", confiesa el artista, consciente del poder democratizador del arte.

Su formación en Seattle y Budapest, dos ciudades con una rica tradición artística, amplió sus horizontes y le permitió explorar nuevas formas de expresión. Sus obras han recorrido museos y galerías de América, Europa y Asia, llevando consigo la esencia de Oaxaca, la fuerza de sus raíces, la poesía de sus recuerdos.

En la actualidad, Olguín busca la esencia, la conexión con su yo interior. El mar, el taller, la calma, se convierten en sus refugios, en los espacios donde encuentra la inspiración. "Busco la poesía, el poema, y trato de ser lo más universal posible", afirma, consciente de que el arte trasciende las fronteras geográficas y culturales, conectando con lo más profundo del ser humano. Su obra, como un espejo, refleja la búsqueda constante de la belleza, la necesidad de encontrar sentido en el viaje, en la memoria, en la pintura, en la vida misma.

Fuente: El Heraldo de México