La lluvia, esa invitada inesperada que a menudo altera el ritmo frenético de la Ciudad de México, ha vuelto a hacer acto de presencia, y con ella, las precauciones en el Sistema de Transporte Colectivo Metro. No se trata de una novedad, pero cada vez que el cielo se abre, la danza de paraguas y la marcha de seguridad se convierten en la coreografía habitual de miles de capitalinos. Ayer, 16 de septiembre, la ciudad recibió una impresionante cantidad de agua – casi 15.8 millones de metros cúbicos, según la Jefa de Gobierno, Clara Brugada – convirtiendo algunas zonas, especialmente en el sur de la ciudad, en auténticos ríos urbanos. Tlalpan, Xochimilco y Tláhuac fueron las alcaldías más afectadas, recordándonos la vulnerabilidad de la urbe ante la fuerza de la naturaleza.

Hoy, la historia se repite, aunque con menor intensidad. La lluvia persiste, y el Metro, en su labor de transportar a millones de personas diariamente, ha activado la marcha de seguridad en ocho de sus líneas: 2, 3, 4, 5, 8, 9, 12 y A. Esto significa, en términos prácticos, un viaje más lento, una espera más larga en los andenes y, inevitablemente, una dosis extra de paciencia para los usuarios. Imaginen la escena: el andén abarrotado, el murmullo de la gente, la mirada fija en el túnel esperando la llegada del tren, que se retrasa. En la Línea 8, por ejemplo, los usuarios reportan esperas de hasta 20 minutos, el doble de lo habitual. Una situación que, si bien comprensible por motivos de seguridad, pone a prueba la resistencia de quienes dependen del Metro para llegar a sus destinos.

La marcha de seguridad no es un capricho, sino una medida necesaria para garantizar la integridad de los pasajeros. Reducir la velocidad de los trenes a la mitad, de 80 km/h a 35 km/h, permite a los conductores tener un mayor control en condiciones de baja visibilidad y pistas resbaladizas. Es una decisión que prioriza la seguridad por encima de la velocidad, un recordatorio de que, a veces, llegar tarde es preferible a no llegar.

Mientras el Metro se adapta al ritmo de la lluvia, el Metrobús, por su parte, parece navegar con mayor tranquilidad. Hoy, ninguna de sus siete líneas reporta afectaciones, un respiro para quienes optan por este sistema de transporte. Sin embargo, la memoria es fresca, y el caos vivido ayer en la Línea 2, con inundaciones en la zona de Canela y Tlacotal, nos recuerda que la lluvia puede afectar la movilidad en cualquier momento y en cualquier lugar.

Así, la lluvia sigue siendo protagonista en la Ciudad de México. Un elemento que, más allá de la belleza que pueda ofrecer, pone a prueba la infraestructura, la paciencia y la capacidad de adaptación de sus habitantes. Un día más en la gran metrópoli, donde la lluvia, el Metro y la vida misma, se entrelazan en una danza constante.