La tranquilidad de la noche del 16 de septiembre se vio abruptamente interrumpida en la colonia Gustavo Díaz Ordaz, en Torreón, Coahuila. Un suceso que helaría la sangre a cualquiera: un hombre de la tercera edad, Juan Ramón Vargas Pérez, de 51 años, fue víctima de una brutal agresión en su propio hogar, y los presuntos responsables son sus propios hijos. La historia, narrada entre lágrimas y con la voz entrecortada por la angustia, por su hermana, María Teresa Vargas, revela un trasfondo de rencillas familiares que se han gestado durante largo tiempo, un conflicto soterrado que finalmente estalló en violencia.

Según el testimonio de María Teresa, se encontraban en la vivienda familiar, ubicada en la avenida Presidente Carranza, cuando un grupo de personas irrumpió en la casa. Lo que siguió fue una escena dantesca: los hermanos de Juan Ramón, armados con palos, una pistola de balines y un objeto punzocortante, se abalanzaron sobre él, propinándole una golpiza brutal. La imagen de la agresión, grabada a fuego en la memoria de María Teresa, es un crudo recordatorio de la fragilidad de la paz familiar y la devastación que puede causar la violencia intrafamiliar.

El saldo de la agresión es desgarrador: Juan Ramón quedó gravemente herido, con cortes en la cabeza, la espalda y diversas partes del cuerpo, las lesiones son tan severas que casi le han arrebatado la capacidad de hablar. Los paramédicos acudieron rápidamente al lugar de los hechos para trasladarlo a un hospital y brindarle la atención médica urgente que requería. La incertidumbre sobre su recuperación se suma al dolor y la indignación que embargan a la familia.

En el corazón de este conflicto, según relata María Teresa, se encuentra una disputa familiar por la convivencia con los nietos de Juan Ramón y la posesión de la casa familiar. Estas diferencias, que se han ido agravando con el tiempo, se convirtieron en el detonante de la brutal agresión que estuvo a punto de terminar en tragedia. La casa, que debería ser un refugio de paz y armonía, se transformó en escenario de una violencia inusitada.

María Teresa, quien además de lidiar con esta dolorosa situación, también se encarga del cuidado de su madre, quien padece cáncer, ha decidido no quedarse de brazos cruzados. Con valentía y determinación, ha acudido a la Fiscalía General del Estado de Coahuila para interponer una denuncia contra sus propios hermanos. Su objetivo es claro: buscar justicia para Juan Ramón y protección para sus padres, ante el temor fundado de que las agresiones se repitan.

Este caso pone de manifiesto la compleja realidad de la violencia intrafamiliar, un problema que afecta a miles de hogares y que a menudo permanece oculto tras las paredes de la intimidad. La historia de Juan Ramón es un llamado a la reflexión sobre la importancia de la resolución pacífica de conflictos y la necesidad de brindar apoyo a las víctimas de violencia familiar. La esperanza de María Teresa es que la justicia prevalezca y que su familia pueda encontrar la paz y la sanación que tanto necesitan. Mientras tanto, la comunidad se mantiene expectante, conmocionada por la brutalidad del ataque y solidaria con el dolor de una familia destrozada.