17 de septiembre de 2025 a las 09:31
Descubre el poder oculto tras los símbolos patrios
El Zócalo capitalino vibró con una energía renovada en estas fiestas patrias. No solo por el fervor popular que siempre acompaña estas fechas, sino por el aire fresco, el cambio de paradigma, que la presidenta Claudia Sheinbaum imprimió a la celebración. Desde el balcón de Palacio Nacional, con la historia latiendo a sus espaldas, la mandataria no solo conmemoró la Independencia, sino que tejió un discurso cargado de simbolismos, un manifiesto político que resonó en cada esquina de la plaza y más allá.
El morado de su vestido, un color asociado a la lucha feminista, no fue una casualidad. Su mirada fija en el retrato de Leona Vicario, heroína insurgente, fue una declaración de principios. La escolta de mujeres cadetes, una imagen inédita, rompió con la tradición y habló de un futuro con mayor inclusión. La mención a las "heroínas anónimas de la patria" en la arenga, rescató del olvido a las mujeres que, desde la sombra, contribuyeron a forjar la nación.
Y en su grito, en ese "¡Viva un México independiente y soberano!", se escuchó mucho más que una consigna protocolaria. Fue una afirmación de la postura de México ante el mundo, una respuesta contundente a quienes, como Donald Trump, cuestionan su soberanía y su política exterior. En apenas un minuto, Sheinbaum redefinió el significado de la ceremonia. La convirtió en un diálogo con el presente, en un puente entre el pasado y el futuro.
Las fiestas patrias, bajo su liderazgo, dejaron de ser un simple ritual para transformarse en una plataforma de reivindicación. El feminismo, la defensa de la soberanía, la memoria histórica y el combate a la corrupción, se convirtieron en los pilares de una nueva narrativa, una narrativa que busca distanciarse del pasado inmediato y construir un México más justo e igualitario. Los fuegos artificiales iluminaron no solo el cielo de la capital, sino también el camino hacia un futuro prometedor. El son jarocho y el eco del "Cielito Lindo" acompañaron la celebración de una independencia que, este año, se sintió más viva y significativa que nunca.
Pero no todo fueron luces y festejos. La sombra de la tragedia se cernió sobre la ciudad con el accidente de la pipa de Tomza. Un incidente que, más allá del dolor inmediato, ha destapado una serie de cuestionamientos sobre la relación entre el poder político y el empresarial. La cercanía de personajes como Nayib Bukele, Cruz Pérez Cuéllar y Antonio Pérez Garibay con Tomás Zaragoza, dueño de la empresa involucrada, ha levantado sospechas y alimentado las especulaciones.
En el caso de Pérez Cuéllar, alcalde de Ciudad Juárez, las acusaciones dentro de Morena sobre un presunto apoyo financiero de Tomza a sus aspiraciones políticas, añaden un nuevo elemento a la controversia. Su ambición de convertirse en gobernador de Chihuahua en 2027 se enfrenta a la fuerte competencia de la senadora Andrea Chávez, quien goza de un mayor posicionamiento. ¿Serán suficientes las influyentes amistades del alcalde para alcanzar la nominación? El tiempo lo dirá.
En este complejo escenario, resuenan las palabras, atribuidas al "filósofo" Nomeacuerdo, que nos invitan a la reflexión: "No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar". Una frase que, en el contexto actual, cobra una especial relevancia y nos impulsa a ser agentes de cambio, a no conformarnos con la realidad que nos rodea y a luchar por un futuro mejor.
Por Alfredo González Castro
[email protected]
@ALFREDOLEZ
PAL
Fuente: El Heraldo de México