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17 de septiembre de 2025 a las 09:30

Asfalto en Oaxaca: ¿Quién responde?

En el corazón de la Sierra Sur oaxaqueña, la belleza natural de Concepción del Progreso, perteneciente a Putla Villa de Guerrero, se vio opacada por un manto negro y espeso. No fue un capricho de la naturaleza, sino la consecuencia directa de la negligencia humana. Un autotanque de la empresa Transportes Hernie, S.A. de C.V., volcó, derramando su carga de asfalto y dejando una cicatriz en el paisaje. Más de 100 metros de un canal pluvial quedaron impregnados de este material tóxico, 36 metros cuadrados de suelo contaminado, un recordatorio tangible del impacto de la irresponsabilidad. Si bien las autoridades, incluyendo la Profepa liderada por Mariana Boy, afirman que el derrame no alcanzó cuerpos de agua ni vegetación, la imagen del asfalto solidificado, mezclado con la tierra, es innegable. Y la pregunta que surge es: ¿qué pasaría si este incidente hubiera ocurrido cerca de un río o una zona de cultivo? ¿Estaríamos hablando de las mismas consecuencias? La respuesta, lamentablemente, es evidente. La Profepa actuó, sí, ordenando la limpieza, el retiro del material y un muestreo del suelo. Pero estas medidas, aunque necesarias, llegan tarde. Son la reacción obligada ante un desastre que se pudo evitar. ¿Qué tipo de protocolos de seguridad maneja Transportes Hernie? ¿Se prioriza la prevención o se actúa solo después de la catástrofe? La imagen de la empresa remediadora apilando la mezcla de asfalto y tierra en membranas de plástico a un costado de la carretera, como si se tratara de simple basura, es indignante. No se trata de un simple “accidente de tránsito”, es un llamado de atención sobre la necesidad de una mayor regulación y supervisión en el transporte de materiales peligrosos. La negligencia de empresas como Transportes Hernie pone en riesgo no solo al medio ambiente, sino también a la salud y el bienestar de las comunidades. Y mientras la Profepa mantiene la lupa sobre ellos, la comunidad de Concepción del Progreso carga con las consecuencias.

Y cambiando de escenario, pero no de tema, nos trasladamos al norte del país, a Piedras Negras, Coahuila. La noche del 15 de septiembre, la fiesta patria se tiñó de un amargo sabor a fracaso. El espectáculo de drones, promocionado con entusiasmo por el alcalde Jacobo Rodríguez, se convirtió en un bochornoso espectáculo de aparatos cayendo del cielo. Dos drones colisionaron, desencadenando una reacción en cadena que apagó las luces de la celebración. Este incidente no es un hecho aislado. Es el reflejo de una administración que parece priorizar la imagen sobre la sustancia, los viajes y la confrontación sobre la gestión eficiente. La obsesión del alcalde por los espectáculos grandilocuentes, que a menudo resultan fallidos, lo ha puesto en el ojo del huracán mediático. En lugar de un Grito de Independencia memorable, Piedras Negras presenció un espectáculo de drones estrellados, un símbolo de la falta de planificación y la desconexión con las necesidades reales de la ciudadanía. Ni los fuegos artificiales ni la música posterior lograron borrar la imagen de la noche: un cielo oscuro, drones caídos y un alcalde bajo el fuego de las críticas.

¿Será que este tipo de incidentes, tanto en Oaxaca como en Coahuila, nos invitan a reflexionar sobre la importancia de la responsabilidad, la prevención y la priorización de las necesidades reales de la población por encima de la faramalla política?

Nos vemos a las 8 por el 8 TV.

Por Sofía García

Colaboradora

@SofiGarciaMX

EEZ

Fuente: El Heraldo de México