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17 de septiembre de 2025 a las 02:20

Madre tortura a su hija y evade la cárcel

La sombra de la tragedia se cierne sobre la comunidad, dejando un rastro de incredulidad y dolor. El caso de Melissa Towne, la mujer de 40 años absuelta del asesinato de su hija de cinco años, Nichole Bradshaw-Towne, ha abierto una profunda herida en la sociedad, despertando la indignación y la exigencia de justicia. La frialdad de los hechos contrasta con la calidez del recuerdo de Nichole, una niña cuya vida fue truncada de la manera más cruel imaginable.

La reconstrucción de los hechos, según el informe policial, hiela la sangre. Melissa condujo a Nichole a un parque, un lugar que debería evocar juegos y risas, para convertirlo en el escenario de un horror indescriptible. Allí, según la propia confesión de Towne, asfixió y apuñaló a su hija. La súplica desesperada de Nichole, “mamá, he sido buena, déjame”, resuena en el silencio que ha dejado su ausencia, un eco desgarrador que cuestiona la humanidad de su verdugo. La imagen de la pequeña envuelta en plástico, dentro de una bolsa de basura, en el maletero del coche, es una bofetada a la conciencia colectiva.

La absolución de Melissa Towne, amparada en una evaluación mental pendiente, ha desatado la furia de la comunidad. Vecinos que la recuerdan peleando con su buzón o destrozando su auto sin motivo aparente, ahora la señalan como una persona con problemas mentales, posiblemente esquizofrenia. Si bien estos testimonios no justifican el atroz crimen, alimentan el debate sobre la responsabilidad legal en casos de enfermedad mental severa. ¿Es posible que una persona en tal estado comprenda la magnitud de sus actos? ¿Es justo que la sociedad cargue con las consecuencias de un sistema que, en ocasiones, parece fallar en la protección de los más vulnerables?

La figura de Melissa Towne se convierte en el epicentro de una tormenta de interrogantes. Una mujer con un historial delictivo que incluye agresión, allanamiento y vandalismo, y que no tenía la custodia de Nichole. Una madre que, según sus propias palabras, asesinó a su hija porque era "malvada" y no quería "tratar con ella". Estas declaraciones, lejos de ofrecer una explicación, profundizan el misterio y el horror que rodea el caso. ¿Qué demonios se esconde tras la mirada de esta mujer? ¿Qué la llevó a cometer semejante acto de barbarie contra su propia sangre?

Mientras la justicia sigue su curso, la comunidad se aferra al recuerdo de Nichole, una pequeña cuya vida fue apagada demasiado pronto. La exigencia de justicia no solo busca el castigo para la responsable, sino también una reflexión profunda sobre los mecanismos de protección a la infancia, la atención a la salud mental y la responsabilidad social en la prevención de tragedias como esta. La historia de Nichole Bradshaw-Towne debe servir como un llamado de atención, un recordatorio de que la indiferencia y la falta de acción pueden tener consecuencias devastadoras. La memoria de Nichole merece que luchemos por un mundo donde ningún niño tenga que suplicar por su vida a manos de quien debería protegerlo.

Fuente: El Heraldo de México