Logo
NOTICIAS
play VIDEOS

Inicio > Noticias > Noticias Locales

16 de septiembre de 2025 a las 19:25

El rostro del dolor en Iztapalapa

El estruendo aún retumba en la memoria de Cristina. Un sonido brutal, capaz de desgarrar el aire y penetrar hasta lo más profundo del ser, así describe la explosión que presenció el miércoles pasado en el puente de La Concordia. No solo fue el ruido, sino la onda expansiva, una fuerza invisible que golpeó su zaguán y la cortina de su negocio con la furia de un gigante enfurecido. Afortunadamente, la estructura resistió y ella salió ilesa físicamente, pero la imagen de la devastación y el sufrimiento humano que vio al salir la marcarían para siempre.

Cristina, comerciante de la colonia Lomas de Zaragoza, tiene su negocio a escasos metros del epicentro de la tragedia. Su testimonio, crudo y conmovedor, dibuja un panorama desolador de los instantes posteriores a la explosión. El aire, antes limpio, se llenó de un denso humo negro y el olor acre del gas quemado se aferraba a todo. Pero lo más impactante fueron las personas, envueltas en llamas, corriendo desesperadas en busca de auxilio.

Un joven, de unos 30 años, se acercó a Cristina con la piel desprendida del rostro, la cabeza y las manos. Sus ropas ardían y su voz, rota por el dolor, suplicaba por agua. La imagen del joven mirándose en un espejo y exclamando "¡mejor me hubiera muerto!" quedó grabada a fuego en la mente de Cristina. Es un reflejo del horror vivido, una expresión de desesperación ante un dolor insoportable.

No fue el único. Cristina recuerda al menos a otras dos personas que llegaron a su negocio en similares condiciones, con la piel quemada y la ropa adherida a sus cuerpos. Junto con sus familiares, intentó auxiliarlos como pudo. Apagaron las llamas con lo que tenían a mano, cortaron con tijeras las prendas que se habían fundido con la piel, intentando mitigar un sufrimiento que desbordaba cualquier capacidad de ayuda. La espera por los servicios de emergencia se hizo eterna, cada minuto una agonía para las víctimas y una carga emocional insoportable para quienes intentaban ayudar.

Días después, la fachada del negocio de Cristina aún conserva las huellas de la tragedia. Una capa de cenizas cubre las paredes como un recordatorio constante de lo ocurrido. En la zona, los restos calcinados de diversos objetos se mezclan con el polvo y los escombros, un paisaje desolador que refleja la magnitud del desastre.

La historia de Cristina es solo una de las muchas que surgieron de esta tragedia. Un testimonio que nos recuerda la fragilidad de la vida y la importancia de la solidaridad en momentos de crisis. Una voz que clama por justicia y por medidas que eviten que este tipo de tragedias se repitan. ¿Cuántas historias más como la de Cristina se esconden tras las cifras oficiales? ¿Cuántos corazones rotos, cuántas vidas destrozadas por la negligencia y la falta de prevención? La respuesta, aunque dolorosa, es una que debemos afrontar como sociedad.

Fuente: El Heraldo de México