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16 de septiembre de 2025 a las 16:55

El Grito: Historia y emoción desde Palacio Nacional

Un momento histórico se vivió la noche del 15 de septiembre en la plancha del Zócalo capitalino. Por primera vez en la historia de México, una mujer, la presidenta Claudia Sheinbaum, encabezó la ceremonia del Grito de Independencia. La imagen de la mandataria, vestida en un simbólico atuendo morado, resonará por generaciones como un hito en la lucha por la igualdad y la representación femenina en la vida política del país. No solo se trató de un cambio de género en la figura presidencial, sino de un cambio de narrativa, un reconocimiento explícito a las mujeres que han forjado la identidad mexicana desde la Independencia hasta nuestros días.

Desde horas tempranas, la expectativa crecía en el corazón de la Ciudad de México. Miles de ciudadanos, provenientes de todos los rincones del país, se congregaron para presenciar este capítulo histórico. Familias enteras, grupos de amigos, jóvenes y adultos mayores, unidos por el fervor patrio y la curiosidad de ser testigos de un evento sin precedentes. La atmósfera vibraba con la energía de la multitud, ansiosa por participar en la celebración y ser parte de este momento trascendental.

El Zócalo, testigo silencioso de siglos de historia mexicana, se vistió de gala para recibir a la presidenta. Banderas tricolores ondeaban al viento, mientras la música tradicional mexicana inundaba el ambiente. El escenario estaba listo para la aparición de Claudia Sheinbaum, quien, con la banda presidencial cruzando su pecho, se dirigió a la nación con voz firme y emotiva.

Más allá del protocolo tradicional, el Grito de Independencia pronunciado por Sheinbaum resonó con una fuerza particular. No solo evocó a los héroes patrios que tradicionalmente se nombran, sino que también rindió homenaje a las heroínas, a las mujeres indígenas, a las migrantes, a todas aquellas que, a lo largo de la historia, han contribuido a la construcción del México que conocemos hoy. Un reconocimiento a las mujeres anónimas, a las que lucharon en la sombra, a las que con su trabajo diario han sostenido el tejido social del país.

La mención de nombres como Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, Gertrudis Bocanegra y Manuela Medina, "La Capitana", resonó con especial significado en esta ocasión. No eran simples nombres en una lista, sino símbolos de la fuerza, la valentía y la determinación de las mujeres mexicanas. Un recordatorio de que la historia de México también es la historia de sus mujeres, de sus luchas y sus conquistas.

El color morado del vestido de la presidenta, un claro guiño al movimiento feminista, añadió otra capa de significado a la ceremonia. Un símbolo de la lucha por la igualdad de género, por los derechos de las mujeres, por un futuro en el que la participación femenina en la vida política y social del país sea plena y equitativa. Un mensaje poderoso que trascendió las fronteras del Zócalo y llegó a todos los rincones del país.

La confección del vestido, con su bordado artesanal nahua realizado por manos expertas en Tlaxcala, también fue un homenaje a la riqueza cultural y artística de México. Un recordatorio de la importancia de preservar las tradiciones y el talento de las comunidades indígenas, que son parte fundamental de la identidad nacional.

La Guardia de Honor montada por la presidenta frente al retrato de Leona Vicario en la Galería de los Presidentes de Palacio Nacional, fue la culminación perfecta de esta histórica jornada. La inclusión del retrato de Vicario en la galería, un hecho sin precedentes, simboliza la apertura de un nuevo capítulo en la historia de México, un capítulo en el que las mujeres ocupan el lugar que les corresponde en la construcción del futuro del país. Un futuro en el que la igualdad, la justicia y la libertad sean la base de una sociedad más justa y próspera para todos.

Fuente: El Heraldo de México