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15 de septiembre de 2025 a las 21:35

Víctima de atentado en Morelia revive el terror

Diecisiete años. Una cifra que para muchos representa un ciclo casi completo, una mayoría de edad en el camino de la vida. Pero para Salvador Díaz Fernández, esos diecisiete años son un recordatorio constante, un peso que lleva en el alma desde aquella fatídica noche del 15 de septiembre de 2008. Diecisiete años desde que las explosiones en la plaza Melchor Ocampo de Morelia le arrebataron a su esposa y marcaron a fuego su vida y la de sus tres hijos.

La alegría del Grito de Independencia, la música, los colores, el ambiente festivo… todo se transformó en un instante en una escena de terror y caos. Salvador recuerda las esquirlas, el dolor, la confusión, la desesperación por encontrar a su esposa entre la multitud aterrorizada. Un recuerdo que se repite una y otra vez en su mente, especialmente en un día como hoy, cuando el aniversario del atentado le golpea con la fuerza de un maremoto.

Sus hijos, quienes entonces eran apenas unos adolescentes, hoy son adultos de 35, 34 y 32 años. Han crecido con la ausencia de su madre, con la sombra de aquella tragedia que les robó la inocencia. Este año, decidieron no asistir al acto cívico en memoria de las víctimas. Una decisión comprensible, un intento de protegerse del dolor, de evitar que las heridas, aún abiertas, sangren de nuevo. "No quieren remover el pasado", explica Salvador con una mezcla de tristeza y resignación. Él, en cambio, siente la necesidad de estar presente, de honrar la memoria de su esposa, de mantener viva la llama de la justicia.

“La vida tiene que seguir”, repite Salvador, aferrándose a las palabras que su esposa solía decir. Una frase que se ha convertido en su mantra, en el motor que lo impulsa a levantarse cada mañana a pesar del dolor, a luchar por sus hijos, a seguir adelante. Pero la vida, después de aquella noche, nunca volvió a ser la misma. La ausencia de su compañera, la madre de sus hijos, dejó un vacío imposible de llenar.

La pensión vitalicia que reciben como víctimas del atentado les ha permitido sobrevivir, a Salvador y a sus hijos. Gracias a ese apoyo, los tres jóvenes pudieron concluir sus estudios y labrarse un futuro. Pero ninguna cantidad de dinero puede compensar la pérdida, el dolor, la cicatriz imborrable que les dejó aquella tragedia. "Con esto se descompone todo en casa", confiesa Salvador. "Ya no es lo mismo".

A sus 62 años, Salvador lucha por mantener una apariencia de normalidad. Trabaja como mecánico cuando las fuerzas se lo permiten, pero la depresión, como una sombra acechante, lo persigue sin tregua. "Ya quedé marcado para toda la vida", admite con la voz quebrada. "Me apagué". La reciente operación a la que ha sido sometido le ha debilitado aún más, física y emocionalmente.

En el acto cívico de este lunes, las autoridades del gobierno de Michoacán y de Morelia se unieron a los sobrevivientes y familiares de las víctimas para rendir homenaje a los fallecidos. Un acto de recuerdo, de solidaridad, pero también un recordatorio de la impunidad que aún rodea este caso. Diecisiete años después, la justicia sigue siendo una asignatura pendiente. Diecisiete años después, el dolor de Salvador y de tantas otras familias sigue latente, como una herida abierta que se niega a cicatrizar. Y la pregunta sigue en el aire: ¿cuándo encontrarán la paz que tanto anhelan?

Fuente: El Heraldo de México