Inicio > Noticias > Relaciones Internacionales
15 de septiembre de 2025 a las 09:55
Militares Mexicanos en Texas: ¿Qué sucede?
La imagen del huracán Katrina azotando la costa estadounidense en 2005 permanece grabada en la memoria colectiva como un símbolo de devastación y vulnerabilidad. Lo que muchos desconocen es la historia de solidaridad que se tejió en medio del caos, una historia que tuvo como protagonista a México. No se trató de una intervención militar, sino de una mano amiga extendida a través de la frontera, un acto de profunda humanidad que redefinió las relaciones entre ambos países. Imaginen la escena: soldados mexicanos, no con armas, sino con víveres, medicinas y la inmensa experiencia del Plan DN-III-E, cruzando la frontera hacia Texas por primera vez desde la guerra de 1846. Un convoy de esperanza abriéndose paso entre la desolación, llevando consigo la promesa de auxilio a un vecino en desgracia.
Este despliegue sin precedentes, que incluyó cocinas móviles, plantas potabilizadoras y equipos de ingenieros, no solo palió el sufrimiento inmediato de las víctimas, sino que también demostró la capacidad de respuesta y la eficiencia de las Fuerzas Armadas mexicanas en escenarios internacionales. Mientras la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) se veía desbordada por la magnitud de la catástrofe, la experiencia de México en la gestión de desastres naturales se convertía en un ejemplo a seguir. El contraste era innegable: la preparación y la disciplina del Plan DN-III-E frente a la improvisación y la falta de coordinación de la agencia estadounidense. Katrina, en su crudeza, puso de manifiesto la importancia de la cooperación internacional y la invaluable aportación de México en momentos de crisis.
La solidaridad no se limitó al Ejército. La Secretaría de Marina también se sumó a la misión humanitaria, desplegando el buque Papaloapan con cientos de marinos, médicos y toneladas de ayuda. En Biloxi, Mississippi, los helicópteros mexicanos sobrevolaban las zonas devastadas, llevando suministros y esperanza a quienes lo habían perdido todo. La imagen de la bandera mexicana ondeando en campamentos de auxilio en suelo estadounidense, más de 150 años después de la guerra, se convirtió en un símbolo poderoso de reconciliación y cooperación. Un testimonio de que la verdadera seguridad se construye a través de la solidaridad y la ayuda mutua.
La ayuda brindada por México tras el huracán Katrina no fue un acto aislado, sino una muestra de la profunda interdependencia entre ambos países. Un recordatorio de que las fronteras no limitan la compasión y que, en momentos de crisis, la colaboración es esencial. La experiencia adquirida en la aplicación del Plan DN-III-E y el Plan Marina, forjados en la atención a desastres en territorio nacional, demostró su eficacia en un contexto internacional, consolidando la proyección de México como un actor clave en la ayuda humanitaria. A 20 años de la tragedia, la misión mexicana tras Katrina sigue siendo un ejemplo de diplomacia militar y confianza bilateral, un hito en la historia de la cooperación entre dos naciones que, a pesar de sus diferencias, comparten un destino común.
Más allá de la ayuda material, la presencia mexicana en Estados Unidos tras el Katrina representó un gesto de profunda empatía y un cambio en la narrativa histórica. La imagen del soldado mexicano, no como invasor, sino como salvador, resonó con fuerza en ambos lados de la frontera, derribando prejuicios y construyendo puentes de entendimiento. Este acto de solidaridad sin reservas, donde México no escatimó recursos ni presencia para asistir a su vecino, dejó una huella imborrable en las relaciones bilaterales, demostrando que la verdadera grandeza se encuentra en la capacidad de ayudar a quienes más lo necesitan. Una lección que, a dos décadas de distancia, sigue vigente.
Fuente: El Heraldo de México