15 de septiembre de 2025 a las 09:30
Descubre sus secretos ocultos.
En un mundo acelerado donde los viajes de negocios son pan de cada día, una pregunta recurrente me persigue, a veces disfrazada de amabilidad, otras teñida de una incómoda curiosidad: "¿Con quién se quedaron tus cuatro hijos? ¿Te ayudó tu marido?". Y el remate, casi inevitable: "¡Qué lindo!". Detrás de esa aparente inocencia se esconde una visión anticuada que nos urge desmantelar. No se trata de "ayuda", se trata de corresponsabilidad, de un equipo donde ambos padres reman en la misma dirección.
Pensar que el hombre "ayuda" en casa es un error de raíz que mina los cimientos de una familia sólida. Perpetúa la idea de que la responsabilidad principal recae en la mujer, relegando al hombre a un rol secundario, casi como un invitado en su propio hogar. Esta dinámica no solo debilita la estructura familiar, sino que frena la evolución hacia nuevas formas de convivencia, limitando el desarrollo tanto de los hijos como de las mujeres.
Para construir familias resilientes, capaces de afrontar los desafíos de la vida moderna, es crucial que los hombres asuman su papel con autonomía en el ámbito doméstico. Participar en las tareas del hogar y en la crianza no es una opción, ni un accesorio, ni mucho menos un favor que se le hace a la pareja. Es una responsabilidad compartida, un compromiso ineludible que se adquiere al formar una familia.
La implicación activa del padre en la crianza tiene un impacto profundo en la autoestima de los hijos. Contribuye a un desarrollo integral de su personalidad, permitiéndoles crecer en un entorno equilibrado donde ambos progenitores son figuras de referencia. Al mismo tiempo, el padre descubre la experiencia transformadora de la paternidad, un viaje de aprendizaje y crecimiento personal que lo enriquece como individuo.
Si aspiramos a que las nuevas generaciones continúen formando familias, debemos ofrecerles un modelo actualizado, alejado de estereotipos obsoletos. Un modelo donde las tareas del hogar y la crianza se compartan equitativamente, donde ambos padres formen un equipo sólido y se valore por igual el desarrollo personal y profesional de cada uno.
Este cambio no se produce de la noche a la mañana. Requiere un esfuerzo consciente, un diálogo abierto y respetuoso en la pareja, y una educación libre de roles preestablecidos en el cuidado de los hijos. Si inculcamos desde pequeños la importancia de la autonomía y el trabajo en equipo, estaremos construyendo familias más plenas, más fuertes y mejor preparadas para el futuro.
En definitiva, se trata de comprender una verdad simple pero poderosa: la crianza y las tareas del hogar no son "ayuda", son responsabilidad compartida. Cuando trabajamos en equipo, todos ganamos: ganan los hijos, gana la pareja y gana la sociedad en su conjunto. Es una inversión a largo plazo que construye un futuro más equitativo y próspero para todos.
Fuente: El Heraldo de México