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15 de septiembre de 2025 a las 21:55
De cero a reina del chile: María Elena a los 59
La historia de María Elena "Conchita" Narváez es un ejemplo inspirador de cómo la pasión, la tradición y la perseverancia pueden romper barreras, incluso las de la edad. A sus 59 años, Conchita no solo cursa la licenciatura en Contaduría, sino que también ha convertido una receta familiar de chiles en nogada en un pequeño pero próspero negocio. Imagine la escena: el aroma de los chiles poblanos asándose, la cremosa nogada recién preparada, y el inconfundible toque de una receta transmitida de generación en generación. Eso es lo que Conchita ofrece, no solo un platillo, sino una experiencia, un pedacito de historia familiar en cada bocado.
Empezó tímidamente, preparando chiles para las amigas de su madre. Diez chiles que se convirtieron en la semilla de un emprendimiento que florece cada temporada. Conchita recuerda con cariño esos primeros 800 pesos de ganancia, una cantidad modesta, pero que representaba mucho más que dinero: la satisfacción del trabajo propio, la validación de su esfuerzo y el orgullo de mantener viva la tradición culinaria de su madre.
Año tras año, su negocio creció orgánicamente, impulsado por el boca a boca y la innegable calidad de sus chiles. La receta, un secreto familiar cuidadosamente guardado, es la clave de su éxito. La nogada, cremosa y con el punto justo de especias, baña los chiles poblanos frescos, creando una sinfonía de sabores que evoca la cocina tradicional mexicana. Pero hay un ingrediente secreto que Conchita añade a cada chile: la dedicación y el amor heredados de su madre.
La vida de Conchita es un constante ir y venir entre los libros de contabilidad y las ollas en la cocina. De lunes a viernes se dedica a su trabajo, los sábados asiste a clases presenciales, y las tardes las dedica a las tareas universitarias. Su rutina es un ejemplo de organización y disciplina. Prepara la ropa de toda la semana, cocina para tres días y planifica cada detalle para poder concentrarse en sus estudios. En el aula, Conchita no solo aprende, también enseña. Comparte su experiencia y su disciplina con sus compañeros más jóvenes, quienes a su vez la apoyan con la tecnología. Una simbiosis generacional que enriquece el aprendizaje de todos.
La decisión de estudiar Contaduría no fue un capricho. En su trabajo, la experiencia no era suficiente, necesitaba el "papel". Pero la universidad le ha brindado mucho más que un título. Le ha dado herramientas para comprender mejor su propio negocio, para analizar costos, planificar y proyectar su crecimiento. Su promedio de 9.5 es una prueba irrefutable de que la edad no es un obstáculo para el aprendizaje, sino un activo que aporta madurez y perseverancia.
El emprendimiento de Conchita no se trata solo de generar ingresos, aunque estos le ayudan con sus gastos personales y universitarios. Es una forma de honrar la memoria de su madre, de mantener viva una tradición familiar y de demostrar que nunca es tarde para perseguir los sueños. Es un testimonio de que las mujeres, a cualquier edad, pueden emprender, estudiar y alcanzar sus metas. Es una inspiración para todas aquellas que piensan que "ya es tarde". Conchita nos demuestra que el tiempo no es un límite, sino una oportunidad para reinventarse y seguir creciendo. Su historia es un chile en nogada para el alma, una receta de perseverancia, pasión y un toque de dulce esperanza.
Fuente: El Heraldo de México