Logo
NOTICIAS
play VIDEOS

Inicio > Noticias > Tragedia

15 de septiembre de 2025 a las 19:50

Armando y su ángel guardián.

El estruendo aún retumba en los oídos de Armando, un joven que ha hecho de las calles de Iztapalapa su hogar. Bajo el Puente de la Concordia, donde la tragedia dejó una cicatriz imborrable, Armando construyó una vida junto a un puñado de amigos, una familia improvisada forjada en la adversidad. La precariedad de su existencia se vio brutalmente interrumpida la tarde del 10 de septiembre. La explosión, la llamarada, el horror… imágenes que se repiten incesantemente en su memoria.

Armando sobrevivió. Una suerte agridulce, teñida por la pérdida irreparable de sus compañeros. Su voz se quiebra al recordar los rostros amigos, ahora convertidos en cenizas. "Éramos seis… una familia", susurra con los ojos inundados de lágrimas. Compartimos la comida, las penas, las risas… una hermandad nacida en el asfalto, rota por la furia del fuego.

La historia de Armando es un testimonio desgarrador de la fragilidad de la vida en los márgenes de la sociedad. Su relato, recogido por la youtuber Eva María Beristain en su canal "Ruido Social", nos confronta con la cruda realidad de quienes viven en la calle, expuestos a un sinfín de peligros, invisibles para muchos.

Un detalle conmovedor se suma a esta tragedia: la premonición de su perro. El animal, inquieto e inusualmente alterado, se liberó de sus ataduras poco antes de la explosión, llevándose consigo, sin saberlo, la vida de Armando. "Se me había escapado… y yo fui a buscarlo", relata con la voz entrecortada. Un instinto animal, un golpe de suerte, un designio del destino… lo cierto es que la fidelidad de su compañero de cuatro patas lo salvó de una muerte segura.

Hoy, Armando se enfrenta a la soledad más absoluta. Sus amigos, su familia, han sido arrebatados por la tragedia. La incertidumbre sobre el destino de los dos que permanecen hospitalizados lo atormenta. La burocracia, la falta de lazos familiares reconocidos, le impiden obtener información sobre su estado. "No soy familia… no tengo ninguna coincidencia con ellos", se lamenta con impotencia.

En medio del dolor y la desolación, un atisbo de esperanza: la solidaridad de Eva María Beristain, quien le brinda un apoyo económico para él y su fiel compañero. Un gesto que, aunque pequeño, representa un bálsamo en medio de la tempestad. "Mi perro… mi único amigo", afirma Armando con una mezcla de tristeza y gratitud. Un lazo inquebrantable que ha sobrevivido a la tragedia, un símbolo de resiliencia en un mundo que a menudo olvida a los que viven en sus márgenes.

La historia de Armando es un llamado a la reflexión, una invitación a mirar más allá de la indiferencia y a reconocer la humanidad que se esconde tras cada rostro invisible en la calle. Es una historia de pérdida, de dolor, pero también de esperanza y de la inquebrantable fidelidad de un amigo de cuatro patas. Una historia que nos recuerda que, incluso en la más profunda oscuridad, siempre hay lugar para la solidaridad y la compasión.

Fuente: El Heraldo de México