Logo
NOTICIAS
play VIDEOS

Inicio > Noticias > Política

15 de septiembre de 2025 a las 09:40

AMLO ¿Inocente o culpable?

La madeja de la corrupción se deshilacha, revelando un panorama desolador que salpica directamente al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Lejos de la promesa de la transformación, la realidad expone una red de complicidades y negocios turbios que se extienden desde las altas esferas del poder hasta los rincones más oscuros del país. No se trata de simples rumores o acusaciones infundadas, sino de hechos concretos, de nombres y apellidos que emergen a la luz pública con la fuerza de una verdad incómoda. La sombra de la corrupción se cierne sobre figuras clave del sexenio, desde el exsecretario de Gobernación hasta el jefe del Centro Nacional de Inteligencia, tejiendo una trama que pone en entredicho la tan pregonada honestidad.

El caso de Adán Augusto López y su relación con Hernán Bermúdez, un personaje envuelto en sospechas, levanta serias interrogantes. ¿Es creíble que el exsecretario de Gobernación, amigo cercano de Bermúdez, desconociera sus actividades? La duda se instala y se extiende hasta el propio López Obrador, quien mantenía vínculos con ambos. La cercanía y la confianza que los unía hacen difícil creer en la ignorancia como excusa. La opacidad se convierte en el caldo de cultivo perfecto para la corrupción, y en este caso, la opacidad es densa y preocupante.

La Marina, institución encargada de la seguridad nacional, también se ve manchada por el escándalo. Las denuncias de huachicol fiscal salpican a altos mandos, y la pregunta es inevitable: ¿pudo López Obrador, quien depositó en la Marina la gestión de puertos y terminales aéreas, desconocer la magnitud de la corrupción en sus filas? La responsabilidad de la supervisión recae en quien ostenta el poder, y en este caso, la mirada apunta directamente al expresidente.

La figura de Alfonso Romo, exjefe de la Oficina de la Presidencia, añade otra capa de complejidad al panorama. Su casa de bolsa, Vector, se encuentra bajo la lupa del Departamento del Tesoro de Estados Unidos por presunto lavado de dinero para cárteles. La relación estrecha entre Romo y López Obrador, que incluía financiamiento y apoyo logístico, plantea una incógnita crucial: ¿estaba el expresidente al tanto de las actividades de su colaborador? La ingenuidad no parece una respuesta plausible ante la magnitud de las acusaciones.

Finalmente, la situación de Audomaro Martínez Zapata, jefe del Centro Nacional de Inteligencia, completa el círculo de la sospecha. Sus vínculos con redes de corrupción y huachicol levantan la alarma sobre la integridad de un organismo clave para la seguridad del país. ¿Es posible que Martínez Zapata, encargado de la seguridad personal de López Obrador, actuara a sus espaldas? La respuesta parece obvia.

La acumulación de casos y la cercanía de los implicados con el expresidente dibujan un escenario inquietante. La corrupción se ha convertido en un cáncer que corroe las instituciones y mina la confianza de la ciudadanía. Ante la evidencia, solo caben dos posibilidades: o López Obrador fue un presidente increíblemente inepto, incapaz de percibir la corrupción que lo rodeaba, o fue cómplice, permitiendo, solapando y quizás incluso beneficiándose de ella. La historia juzgará, pero los hechos hablan por sí mismos. La 4T, lejos de representar la transformación prometida, se hunde en un pantano de corrupción que amenaza con arrastrar consigo la esperanza de un México mejor.

Fuente: El Heraldo de México