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15 de septiembre de 2025 a las 09:20
Alto a la guerra antiinmigrante
El temor se extiende como una sombra gélida sobre la comunidad inmigrante en Chicago. La reciente muerte de un inmigrante a manos de un agente de ICE ha desatado una ola de indignación y miedo, recordándonos la fragilidad de la vida bajo la sombra de las políticas migratorias cada vez más agresivas. Este trágico incidente no es un hecho aislado, sino un síntoma preocupante de la creciente criminalización de la inmigración. La justificación oficial, que el inmigrante se "resistió al arresto", resulta escalofriantemente insuficiente ante la pérdida de una vida humana. ¿Acaso la resistencia a la deportación, el deseo desesperado de aferrarse a una vida construida con esfuerzo, justifica el uso de la fuerza letal?
La Casa Blanca, impasible, se escuda en la legalidad del procedimiento, ignorando el clamor de una comunidad que exige justicia. El silencio oficial es ensordecedor, un eco siniestro de la deshumanización que subyace a estas políticas. Se reduce a los inmigrantes a simples "criminales", una etiqueta que borra sus historias, sus familias, sus sueños, y los convierte en blancos fáciles de la maquinaria de deportación.
Este trágico suceso en Chicago no es más que un preludio de lo que se avecina. Las redadas, militarizadas y amparadas en la retórica del miedo, se extienden como una plaga por todo el país. Boston, Baltimore, Filadelfia… ¿cuántas ciudades más se teñirán de luto antes de que se alce una voz lo suficientemente fuerte para detener esta barbarie?
La falta de indignación dentro de las filas de ICE es aún más alarmante. El agente responsable, lejos de ser condenado, se convierte en un símbolo de la impunidad que ampara estas acciones. Las investigaciones, si es que se llevan a cabo con la debida diligencia, se perderán en el laberinto burocrático, y el caso se archivará como un simple “incidente” más en la guerra contra la inmigración.
Mientras tanto, las calles de Los Ángeles, antes vibrantes con la diversidad de culturas, se vacían. El silencio que reina en las aceras, donde antes resonaban las voces de cientos de inmigrantes, es el silencio del miedo, de la resignación, de la incertidumbre. Y este silencio, presentado por la administración Trump como un triunfo, es en realidad el testimonio de una tragedia humana de proporciones inimaginables.
La resistencia cívica, el derecho a la protesta, no puede ser interpretado como una declaración de guerra. La vida de cada inmigrante, documentado o no, es valiosa. No podemos permitir que el miedo nos paralice. Debemos alzar la voz, exigir justicia, y luchar por un futuro donde la dignidad humana prevalezca sobre el odio y la discriminación. El recuerdo del inmigrante fallecido en Chicago debe ser un llamado a la acción, un recordatorio de que la lucha por los derechos de los inmigrantes es una lucha por la justicia y la humanidad de todos.
Fuente: El Heraldo de México