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15 de septiembre de 2025 a las 01:30

¡Exigen justicia! Tráfico colapsado en Zaragoza tras explosión.

La desesperación se palpa en el aire, espesa como el humo que aún se recuerda de la tragedia. El asfalto, habitualmente rugiente bajo el constante fluir de vehículos, se ha convertido en un escenario de dolor y protesta. En la calzada Zaragoza, a la altura del Puente de La Concordia, el tiempo parece haberse detenido. Una cadena humana, formada por rostros marcados por la pérdida y la angustia, ha paralizado el tráfico. Son los familiares de las víctimas de la explosión de gas LP en Iztapalapa, quienes, con el corazón encogido y la voz quebrada, exigen justicia.

El reloj marcaba las 14:00 horas cuando la manifestación comenzó a tomar forma. Poco a poco, la fila de automóviles se fue extendiendo, convirtiéndose en una kilométrica serpiente de metal y luces intermitentes. La zona de acceso a la Ciudad de México, habitualmente bulliciosa, se sumió en un silencio tenso, roto únicamente por los gritos de los manifestantes y el claxon ocasional de algún conductor impaciente. La escena, sobrecogedora, refleja la magnitud de la tragedia que ha enlutado a la comunidad.

Más de diez vidas se apagaron en un instante, dejando un vacío irreparable en familias enteras. Otros luchan por sobrevivir en los hospitales, con pronósticos inciertos y secuelas que marcarán sus vidas para siempre. Ante la magnitud del dolor, la indignación se ha convertido en el motor de esta protesta. Exigen respuestas, exigen justicia, exigen que se asuman responsabilidades. No quieren que la memoria de sus seres queridos se diluya en el olvido, ni que esta tragedia se sume a la lista de impunidades que azotan al país.

La tensión se incrementa con la llegada de encapuchados a la autopista Norte, quienes se han unido al bloqueo. Se rumorea el uso de gas pimienta y otros artefactos, lo que añade un elemento de peligro a la ya compleja situación. La presencia de estos individuos enmascara aún más las motivaciones de la protesta, abriendo interrogantes sobre la posible infiltración de grupos con intereses distintos a la búsqueda de justicia para las víctimas.

Mientras tanto, el tráfico continúa detenido en ambos sentidos. Miles de personas se encuentran atrapadas en sus vehículos, ajenas al drama humano que se desarrolla a pocos metros de distancia. Algunos muestran su solidaridad con los manifestantes, otros expresan su frustración por el bloqueo. Sin embargo, todos son testigos de la profunda herida que ha dejado esta tragedia en el tejido social.

¿Qué medidas tomarán las autoridades? ¿Se escucharán las voces de los familiares de las víctimas? ¿Se hará justicia? Estas son las preguntas que flotan en el aire, mientras la calzada Zaragoza permanece paralizada, convertida en un símbolo del dolor y la indignación de una comunidad que clama por justicia. La situación es un recordatorio de la fragilidad de la vida y de la importancia de la solidaridad ante la tragedia. El tiempo dirá si esta manifestación logra su objetivo, pero lo que es innegable es que la herida que ha dejado la explosión tardará mucho tiempo en cicatrizar.

Fuente: El Heraldo de México