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14 de septiembre de 2025 a las 07:55

Canelo vs. Crawford: ¡Entrada de mariachi épica!

El rugido del público se apagó como por arte de magia. Un silencio expectante, denso, se apoderó del Allegiant Stadium. Las luces, antes destellantes, se atenuaron, creando una atmósfera casi religiosa. Y entonces, las notas vibrantes de un mariachi rompieron la quietud. No eran notas cualquiera, eran las notas de "México Lindo y Querido", un himno a la patria, un canto al orgullo, un clamor de victoria anticipada. La piel se erizaba, un nudo se formaba en la garganta. Era el preludio de una batalla épica, la llegada del gladiador moderno, Saúl "Canelo" Álvarez.

El mariachi, impecablemente vestido con sus trajes charros, inundaba el estadio con la melodía que ha resonado en miles de corazones mexicanos a lo largo de la historia. Una canción que habla de nostalgia, de amor a la tierra, de bravura y de pasión. La misma pasión que ardía en los ojos del Canelo mientras avanzaba por la pasarela, con la mirada fija, con la determinación grabada en cada músculo de su rostro.

No era una simple entrada, era una declaración de intenciones. Cada paso resonaba con la fuerza de un volcán a punto de erupcionar. El semblante serio, la concentración inquebrantable, el peso de las expectativas de una nación sobre sus hombros. El Canelo no solo representaba a sí mismo, representaba la esperanza, la garra, la resiliencia de un pueblo.

El traje de charro del mariachi, bordado con hilos de plata y oro, brillaba bajo las luces del estadio, creando un espectáculo visual hipnótico. Los instrumentos, pulsados con maestría, tejían una red sonora que envolvía a todos los presentes. El sonido del guitarrón, el requinto, la trompeta y el violín, se fusionaban en una armonía perfecta, una sinfonía de emociones que resonaba en lo más profundo del ser.

La caminata del Canelo hacia el ring se convirtió en un ritual, un acto casi sagrado. Cada paso era un latido del corazón de México. El público, una masa vibrante de banderas tricolores y gritos de aliento, acompañaba al campeón en su camino hacia la gloria. La tensión se podía cortar con un cuchillo. El aire estaba cargado de electricidad.

El encuentro con Terence Crawford era inminente. El choque de titanes estaba a punto de comenzar. Pero antes de los golpes, antes del sudor y la sangre, estaba la música, la tradición, la pasión. Estaba el Canelo, imponente, orgulloso, listo para la batalla, con el eco de "México Lindo y Querido" resonando en el alma. Un momento que quedará grabado para siempre en la memoria de los aficionados al boxeo. Un momento que trascendía el deporte, convirtiéndose en un símbolo de identidad, de lucha y de perseverancia.

Fuente: El Heraldo de México