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14 de septiembre de 2025 a las 09:10

Canelo: "Vine a tomar riesgos"

La noche del [fecha del combate] quedará grabada a fuego en los anales del boxeo. No solo por la contundente victoria de Terence Crawford, sino por la inesperada derrota de Saúl "Canelo" Álvarez, una figura que se había convertido en sinónimo de triunfo en el peso supermediano. Sin embargo, lo que realmente resonó tras el último campanazo no fue el resultado en sí, sino la reacción del púgil mexicano. Lejos de la frustración o la amargura, Canelo ofreció una lección magistral de deportividad, humildad y entereza.

Sus palabras, cargadas de serenidad y madurez, sorprendieron a propios y extraños. "Una derrota no me define", repitió con firmeza, una frase que trascendió el ámbito deportivo para convertirse en un mantra de resiliencia. Canelo, con la cabeza en alto, demostró que la grandeza no se mide únicamente en victorias, sino en la capacidad de afrontar la adversidad con dignidad. Al priorizar su familia, sus valores y su trayectoria por encima del resultado inmediato, humanizó la figura del campeón, conectando con la audiencia a un nivel más profundo.

El respeto hacia Terence Crawford fue una constante en su discurso. "Todo mi respeto para él", declaró reconociendo la superioridad de su oponente en esa noche en particular. No hubo excusas, ni justificaciones, solo la admiración sincera hacia un rival que supo imponerse. "Hice lo que tenía que hacer", añadió, evidenciando la convicción de haber dado lo mejor de sí mismo, sin remordimientos ni arrepentimientos. Estas palabras reflejan la mentalidad de un guerrero que no teme al desafío, que se crece ante la adversidad y que encuentra en la derrota una oportunidad para aprender y crecer.

La valentía de Canelo se manifestó también en su disposición a una revancha. "Me siento genial al hacerlo con él. Si lo volvemos a hacer, sería grande", afirmó sin titubear. Este deseo de volver a enfrentarse a quien lo venció habla de su pasión por el boxeo, de su sed de superación y de su inquebrantable espíritu competitivo. No busca la revancha por orgullo herido, sino por el genuino deseo de medirse con los mejores, de continuar escribiendo su historia sobre el ring.

La imagen que proyectó Canelo tras la derrota es la de un hombre que entiende el verdadero significado de la competencia. No se trata solo de ganar o perder, sino de la constante búsqueda de la excelencia, del respeto al rival y de la capacidad de levantarse tras una caída. En un mundo deportivo a menudo dominado por la arrogancia y el egocentrismo, Canelo Álvarez nos regaló una lección de humildad, recordándonos que la grandeza reside en la integridad, la perseverancia y la nobleza en la derrota. Su legado, sin duda, se fortalece con esta experiencia, inspirando a futuras generaciones de deportistas y aficionados. La noche de la derrota se convirtió, paradójicamente, en una noche de triunfo para el Canelo, un triunfo moral que resonará con más fuerza que cualquier cinturón de campeón. Y es que, al final del día, la verdadera victoria reside en la capacidad de aprender, crecer y seguir adelante con la frente en alto.

Fuente: El Heraldo de México