La sombra de la polémica continúa extendiéndose sobre la bioserie "Chespirito: sin querer queriendo". Las declaraciones de Florinda Meza, viuda del icónico Roberto Gómez Bolaños, resuenan con fuerza en el mundo del espectáculo, avivando el debate en torno a la representación de la vida del comediante. Meza, con la firmeza que la caracteriza, insiste en que la producción de HBO Max ha manchado la memoria de su difunto esposo, un hombre que ya no puede defenderse de las interpretaciones que se hacen de su vida. "La vida pone todo en su lugar", sentencia, con una convicción que deja entrever la profundidad de sus sentimientos.

Sus palabras, cargadas de significado, apuntan directamente a los hijos de Gómez Bolaños, responsables de la bioserie. La actriz, recordada por su papel de Doña Florinda, se enfrenta a una situación compleja, donde los recuerdos personales se entrelazan con la imagen pública de una figura tan querida como Chespirito. La serie, al explorar los inicios de su relación con el comediante, ha reabierto viejas heridas y ha puesto en el ojo del huracán a Meza, quien en aquel entonces se vinculó sentimentalmente con Gómez Bolaños mientras él aún estaba casado con Graciela Fernández.

Ante las críticas y los señalamientos, Florinda Meza se refugia en la frase "el que nada debe, nada teme", y apela a una instancia superior: "Si alguien conoce la realidad es Dios". Con esta declaración, busca trascender el juicio público y encontrar consuelo en su propia verdad. A pesar de la fortaleza que proyecta, Meza admite que la controversia le ha causado dolor. Esa imagen de mujer inquebrantable se resquebraja levemente para mostrar la vulnerabilidad que se esconde detrás de la figura pública.

Sin embargo, a pesar del dolor, descarta emprender acciones legales contra los hijos de Gómez Bolaños. Su preocupación principal no es el daño a su propia imagen, sino el impacto que la bioserie ha tenido en el legado de Chespirito. "Ya no puede salir de la tumba a defenderse", lamenta, con una tristeza que refleja la impotencia ante la situación. La controversia, más allá de los detalles específicos de la relación entre Meza y Gómez Bolaños, plantea una pregunta fundamental: ¿hasta dónde llega el derecho a narrar la vida de una figura pública? ¿Dónde está el límite entre la interpretación artística y la responsabilidad de preservar la memoria de alguien que ya no está para dar su versión de la historia? El debate sigue abierto, y las palabras de Florinda Meza continúan resonando en el aire, como un eco que nos recuerda la complejidad de la vida y la fragilidad de los recuerdos. El tiempo, como siempre, tendrá la última palabra.