13 de septiembre de 2025 a las 09:20
Descubre el Bolero Vol. II
Jovita, ruborizada tras la lectura de la carta de Enamoradicio, se encontró inmersa en un mundo de romanticismo poético. Las palabras de Manuel Acuña, resonando a través del tiempo, reavivaron la llama del amor cortés, ese lenguaje florido y apasionado que parece haberse perdido en la vorágine de la modernidad. ¿Quién no ha suspirado alguna vez con los versos del "Nocturno"? Como bien apunta Carlos Monsiváis, este poema se ha convertido en un clásico, un refugio para las almas sensibles, una "tierra firme" en medio del torbellino de emociones. Generaciones enteras lo han memorizado, lo han copiado, lo han susurrado al oído de sus amados. Es un testimonio de la perdurabilidad del romanticismo, un recordatorio de que la poesía sigue viva en nuestros corazones.
Y hablando de romanticismo, ¿qué decir del bolero? Ese género musical que ha embelesado a millones con sus melodías nostálgicas y sus letras cargadas de sentimiento. La historia del bolero en México es un tema fascinante, lleno de debates y controversias. Mientras que la creencia popular atribuye la paternidad del primer bolero mexicano a "Morenita mía" de Armando Villarreal Lozano, investigadores como Rodrigo de la Cadena y Luis Pérez Sabido defienden con vehemencia la primacía de "Madrigal" de Enrique Galaz Chacón. La ausencia del característico "cinquillo" en la versión original de "Morenita mía" refuerza la tesis de Pérez Sabido, abriendo un debate sobre la verdadera esencia del bolero y sus elementos constitutivos. Imagine a Jovita, tarareando la melodía de "Madrigal" mientras relee la carta de Enamoradicio, suspirando con cada verso, "Dicen que en la retina del que ha muerto, la última imagen retratada queda…". Una imagen poética, un bolero melancólico, un amor incipiente.
Pero el bolero no se queda ahí, evoluciona, se transforma, se fusiona con otros géneros. Surge entonces el bolero ranchero, una variante que incorpora la instrumentación del mariachi, creando una sonoridad única, una mezcla de romanticismo urbano y tradición mexicana. Rubén Fuentes, prolífico compositor, es considerado el creador de este subgénero que alcanzaría la cima de la popularidad gracias a las interpretaciones de ídolos como Pedro Infante y Javier Solís. ¿Quién no ha cantado a grito pelado "No volveré", "Sombras", o "Media vuelta"? El bolero ranchero se convierte en la banda sonora de amores y desamores, en el reflejo de una identidad cultural, en un símbolo de mexicanidad.
Y hablando de Javier Solís, "El Rey del Bolero Ranchero", su figura se envuelve en una aura de misterio y nostalgia. Su voz, cargada de sentimiento, ha inmortalizado canciones como "Payaso", cuya historia, narrada por Gerardo Herrera Ramírez, revela una faceta poco conocida del artista: su afición por disfrazarse de payaso y llevar alegría a los niños. Una anécdota que humaniza al ídolo, que lo muestra como un hombre sensible, capaz de encontrar la felicidad en el anonimato, en la sonrisa de un niño. "En un cofre de vulgar hipocresía…", canta Solís, y la letra de "Payaso" adquiere un nuevo significado, una profundidad que trasciende el simple romanticismo.
La carta de Enamoradicio, los versos de Acuña, las melodías de los boleros, la figura de Javier Solís… todos estos elementos se entrelazan, creando una atmósfera de romanticismo, de nostalgia, de pasión. Jovita, sumergida en sus pensamientos, se deja llevar por la magia de la música y la poesía, mientras la historia del amor, en todas sus formas y expresiones, continúa escribiéndose.
Fuente: El Heraldo de México