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12 de septiembre de 2025 a las 07:15

Tragedia en Argentina: Turista asesinado y robado

La desaparición y posterior hallazgo sin vida del turista argentino Alejandro Ainsworth, de 54 años, en Río de Janeiro ha conmocionado a la opinión pública tanto en Argentina como en Brasil. La secuencia de eventos, desde su última imagen con vida entrando a un ascensor en su alojamiento en Copacabana hasta el descubrimiento de su cuerpo, pinta un cuadro sombrío y lleno de interrogantes que exigen respuestas.

Ainsworth, un licenciado en Administración de Empresas con una trayectoria en el sector salud, había viajado a Río para disfrutar de unas vacaciones, aprovechando unas millas de vuelo próximas a vencer. Se alojaba en un Airbnb, una modalidad de hospedaje cada vez más popular, pero que también presenta sus propios desafíos en términos de seguridad. La noche del domingo, poco antes de la medianoche, Ainsworth salió de su alojamiento y se desvaneció en la noche carioca. Esa fue la última vez que se le vio con vida, capturado por la fría lente de una cámara de seguridad.

Lo que siguió a su desaparición añade una capa de complejidad y misterio al caso. Se detectaron movimientos inusuales en sus cuentas bancarias: transferencias por 3.500 dólares, cambios de contraseñas y solicitudes de préstamos por una suma considerable, 4 millones de pesos argentinos. Estas acciones, claramente sospechosas, levantaron de inmediato la alarma y apuntan a un posible móvil económico detrás de la tragedia.

La angustia de la familia Ainsworth es palpable. Uno de sus hijos viajó a Brasil para colaborar con las autoridades locales en la búsqueda de su padre, mientras la familia en Buenos Aires presentaba la denuncia ante el consulado argentino y la Policía de Turistas. La desesperación por encontrar a Alejandro con vida se transformó en un torbellino de gestiones, llamadas y ruegos, una carrera contra el tiempo que lamentablemente terminó en la peor de las noticias.

Una fotografía tomada con el propio teléfono de Ainsworth el lunes por la mañana ofrecía una pista, aunque enigmática: una camioneta en un descampado de un barrio periférico de Río. ¿Qué hacía Ainsworth en ese lugar? ¿Quién estaba con él? ¿Estaba siendo coaccionado? La imagen, en lugar de aclarar la situación, añade más preguntas a un rompecabezas que se vuelve cada vez más intrincado.

El celular de Ainsworth permaneció activo hasta la noche del lunes, pero las autoridades no lograron rastrear su ubicación final. Este detalle, aunque frustrante, podría ser clave en la investigación. ¿Por qué se apagó el teléfono? ¿Fue una acción deliberada por parte de alguien más? El análisis forense del dispositivo podría arrojar luz sobre los últimos movimientos de Ainsworth y sus posibles interacciones con otras personas.

El hallazgo del cuerpo y su posterior reconocimiento por parte de la familia marcan un punto final doloroso en esta historia. La indignación y el dolor son comprensibles. Ahora, la atención se centra en la investigación policial. ¿Fue un robo que terminó mal? ¿Un secuestro extorsivo? ¿Un ajuste de cuentas? Las autoridades brasileñas tienen la responsabilidad de llevar a cabo una investigación exhaustiva y transparente para esclarecer las circunstancias de la muerte de Alejandro Ainsworth y llevar a los responsables ante la justicia. La familia, sumida en el dolor, merece respuestas y justicia. Este caso, que comenzó con la ilusión de unas vacaciones, se ha convertido en una tragedia que nos recuerda la vulnerabilidad de los turistas en el extranjero y la importancia de la cooperación internacional para garantizar su seguridad.

Fuente: El Heraldo de México