12 de septiembre de 2025 a las 23:55
Olvida la crisis: prospera en occidente.
La reaparición del socialismo como una ideología atractiva, especialmente entre jóvenes y académicos en países prósperos, resulta paradójica a la luz de las devastadoras consecuencias que ha tenido en naciones como Venezuela. Este "privilegio occidental de la mala economía" permite la experimentación con ideas económicas fallidas sin sufrir inmediatamente las repercusiones totales. La distancia entre la teoría y la práctica, entre el discurso académico y la realidad de las góndolas vacías, es abismal.
El atractivo del socialismo reside en su aparente compasión y en la promesa de una solución a las desigualdades generadas por el capitalismo. Se presenta como una alternativa moralmente superior, ignorando décadas de evidencia empírica que demuestran su ineficacia. Figuras como Bernie Sanders, con un alto índice de aprobación, canalizan el descontento popular hacia un programa económico que, aunque se presenta como innovador, replica fórmulas ya probadas y fracasadas. Este descontento es legítimo y comprensible, pero la respuesta no reside en la planificación centralizada, sino en la mejora de los mecanismos de mercado y en la creación de redes de seguridad social más robustas.
El fenómeno no se limita a Estados Unidos. En países como Argentina y Brasil, donde la experiencia con políticas intervencionistas es más palpable, el resurgimiento de la simpatía por el socialismo es preocupante. La idealización de figuras como el Che Guevara, divorciada del contexto histórico y de las consecuencias de sus acciones, demuestra una desconexión con la realidad. Se prioriza la estética revolucionaria sobre la comprensión de las implicaciones autoritarias y represivas de los regímenes que se romantizan.
La implementación de políticas como el control de precios y alquileres, banderas del socialismo, genera distorsiones en el mercado que conducen inevitablemente a la escasez y al racionamiento. Al interferir con las señales de precios, se desincentiva la producción y se crea un desequilibrio entre la oferta y la demanda. La experiencia venezolana, con su hiperinflación y sus mercados negros, es un ejemplo claro de los peligros de estas políticas. No se trata de una idiosincrasia cultural, sino de la consecuencia lógica de la manipulación de los mecanismos económicos fundamentales.
La diferencia crucial entre el modelo nórdico, a menudo citado como ejemplo de socialismo exitoso, y las propuestas de figuras como Zohran Mamdani, radica en el respeto por las señales del mercado. Mientras que los países nórdicos financian su estado de bienestar con impuestos elevados y regulaciones estables, permiten que los precios reflejen la escasez y los costos reales. Las propuestas de Mamdani, en cambio, se asemejan más a las políticas implementadas en Venezuela, con su énfasis en la intervención estatal y el control de precios.
El "privilegio occidental" permite a estos países experimentar con políticas económicas fallidas durante un tiempo, gracias a la solidez de sus instituciones y a la acumulación de riqueza. Sin embargo, este colchón no es infinito. En economías menos robustas, como las latinoamericanas, las consecuencias de estas políticas se manifiestan con mayor rapidez e intensidad. La inflación, la escasez y el deterioro económico son el resultado inevitable de la manipulación de las fuerzas del mercado.
La solución no reside en la planificación centralizada, sino en la creación de un entorno económico que fomente la competencia, la innovación y la creación de riqueza. Se deben fortalecer las instituciones, simplificar los sistemas tributarios y promover la inversión productiva. Las redes de seguridad social deben ser eficientes y focalizadas, brindando apoyo a los más vulnerables sin distorsionar los mecanismos del mercado. La clave está en encontrar un equilibrio entre la justicia social y la eficiencia económica, aprendiendo de las lecciones del pasado y evitando repetir los errores que han conducido a la ruina a tantas naciones. La economía no es un juego de intenciones, sino un sistema complejo con consecuencias reales. Ignorar sus principios básicos, por muy nobles que sean las intenciones, conduce inevitablemente al desastre.
Fuente: El Heraldo de México