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12 de septiembre de 2025 a las 13:30

Justicia tras 61 años: Seúl la libera

La historia de Choi Mal-ja es un testimonio conmovedor de la lucha por la justicia y un reflejo de los profundos cambios sociales que ha experimentado Corea del Sur a lo largo de décadas. Imaginen, 1965, una joven de apenas 18 años, enfrentando no solo el trauma de una agresión sexual, sino también la incomprensible condena por defenderse. En una época donde la voz de las mujeres a menudo se silenciaba, Choi mordió la lengua de su atacante, un acto desesperado de autodefensa que, paradójicamente, la convirtió en la acusada. Mientras su agresor recibía una pena mínima, ella fue condenada a 10 meses de prisión, una sentencia que marcó su vida y la estigmatizó durante más de seis décadas.

Su historia, lamentablemente, no es un caso aislado. En aquel entonces, la percepción social y los prejuicios de género permeaban el sistema judicial, haciendo prácticamente imposible que las víctimas de violencia sexual encontraran justicia. El caso de Choi, incluso, se convirtió en un ejemplo paradigmático en los libros de texto de Derecho, ilustrando la falta de reconocimiento de la legítima defensa en estos casos. Una ironía cruel que perpetuaba la revictimización y el silencio de las mujeres.

Durante años, Choi cargó con el peso de esta injusticia. La condena no solo la privó de su libertad, sino que también la despojó de su dignidad y la transformó, en sus propias palabras, "de víctima en acusada". Imaginen el impacto psicológico de semejante experiencia, la carga emocional de ser señalada y condenada por defender su propia integridad.

Sin embargo, la llama de la justicia nunca se extinguió en el corazón de Choi. Inspirada por el movimiento #MeToo, que resonó en todo el mundo y empoderó a las mujeres a alzar la voz contra la violencia sexual, Choi decidió romper el silencio. En 2018, con 72 años, inició un largo y arduo camino para limpiar su nombre.

Su perseverancia es un ejemplo de resiliencia y coraje. A pesar de las dificultades, de las puertas que se cerraban, de los tribunales inferiores que rechazaban su petición por falta de pruebas, Choi no se rindió. Sabía que su lucha no era solo por ella, sino por todas las mujeres que habían sufrido en silencio, por todas las víctimas que no se atrevían a hablar. Su determinación era un faro de esperanza, un mensaje claro de que la justicia, aunque a veces tarde, puede llegar.

Finalmente, tras años de lucha, el Tribunal Supremo accedió a reabrir el caso en diciembre de 2024. Un triunfo no solo para Choi, sino para todas las mujeres que habían sido silenciadas. Y el 4 de agosto de este año, la justicia prevaleció. Choi Mal-ja fue absuelta, un acto que no solo reparó, en parte, el daño causado, sino que también envió un poderoso mensaje a la sociedad coreana: los tiempos han cambiado, las voces de las mujeres se escuchan, y la justicia, finalmente, está llegando.

La absolución de Choi es un hito en la lucha por los derechos de las mujeres en Corea del Sur. Representa un cambio de paradigma en la percepción social y judicial de la violencia sexual. Su caso, que una vez simbolizó la injusticia, ahora se erige como un símbolo de esperanza y un recordatorio de la importancia de la perseverancia en la búsqueda de la verdad. Y no solo eso, Choi, empoderada por su victoria, planea demandar al Estado por una indemnización, un acto que no solo busca una compensación por el daño sufrido, sino que también sienta un precedente importante para futuras víctimas. Su lucha, sin duda, inspirará a muchas otras a alzar la voz y reclamar la justicia que les corresponde.

Fuente: El Heraldo de México