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12 de septiembre de 2025 a las 05:00

Homenaje musical a las víctimas de Puente La Concordia

El eco de la tragedia aún resuena en las calles de Iztapalapa. El miércoles 10 de septiembre quedará grabado en la memoria colectiva como un día teñido de tristeza e incertidumbre. La explosión, brutal e inesperada, nos arrebató vidas, sueños y futuros. El olor a quemado, el humo denso que oscureció el cielo, el sonido ensordecedor… imágenes que persisten, imborrables, en la mente de quienes presenciaron el horror.

Más allá de las cifras oficiales, de los fríos números que hablan de heridos y pérdidas materiales, hay historias humanas que se entretejen con el dolor. Familias destrozadas, vidas truncadas, la angustia de la espera en los hospitales, la incertidumbre del mañana. Cada una de las víctimas, más que un número en una lista, representa una historia de vida, un universo de afectos, un vacío imposible de llenar.

La música, como tantas veces a lo largo de nuestra historia, se convierte en el vehículo para expresar el sentimiento colectivo, para dar voz al dolor, a la impotencia, a la esperanza. El corrido, fiel reflejo de nuestra idiosincrasia, nace de las entrañas de la tragedia, como un grito desgarrador que busca resonar en la conciencia de todos.

El usuario @mauricio.lpez368, con su "Corrido de Explosión Iztapalapa", captura la crudeza del momento, la desesperación, el caos. Sus versos, con el ritmo característico del tumbado, nos transportan a esa tarde fatídica, nos hacen sentir el calor de las llamas, el miedo en los rostros de los que huían, la solidaridad de quienes se acercaban a ayudar.

"Eran las 2:20, la tarde se partió…", un verso que nos congela el alma, que nos recuerda la fragilidad de la vida, lo efímero de la existencia. La explosión, un instante que lo cambió todo, que dejó una cicatriz profunda en el corazón de Iztapalapa.

Las redes sociales, testigos mudos del horror, se inundaron de imágenes y videos que daban cuenta de la magnitud de la tragedia. Autos calcinados, rostros llenos de pánico, el cielo teñido de negro… escenas que quedarán grabadas en la retina de muchos, como un recordatorio constante de la vulnerabilidad humana.

El corrido, más allá de la crónica de los hechos, es un homenaje a las víctimas, un canto a la resiliencia, una expresión de solidaridad con los que sufren. Es la voz del pueblo que se levanta, que busca consuelo en la música, que encuentra en el arte una forma de sanar las heridas.

Y mientras el tiempo avanza, mientras las heridas comienzan a cicatrizar, la música seguirá resonando, recordándonos la importancia de la unidad, de la empatía, de la esperanza. Porque en medio del dolor, siempre hay espacio para la solidaridad, para la reconstrucción, para la vida.

Fuente: El Heraldo de México