12 de septiembre de 2025 a las 07:50
Explosión en Ometepec: Pobladores vs. Autoridades
La tranquilidad de la tarde del 11 de septiembre en Cochoapa, municipio de Ometepec, Guerrero, se vio abruptamente interrumpida por un estruendo que resonó en cada rincón de la localidad amuzga. Un taller clandestino de pirotecnia, uno de los tantos que se presume operan en la sombra de esta comunidad, se convirtió en el epicentro de una explosión que dejó a un hombre con quemaduras de segundo grado, y una estela de interrogantes sobre la seguridad y la regulación de esta actividad artesanal.
Las redes sociales, convertidas en un eco inmediato del suceso, se inundaron de videos que captaron la magnitud del estallido. Vecinos de diferentes colonias y comunidades aledañas a la zona indígena reportaron haber escuchado el ensordecedor ruido, testimonio del poder destructivo que se esconde tras la fabricación de estos artefactos. Más allá del impacto sonoro, las grabaciones revelan una preocupante realidad: la falta de permisos y la precariedad en la que operan la mayoría de estos talleres. Una situación que, como un fusible a punto de encenderse, mantenía en vilo a la comunidad, anticipando una tragedia que finalmente se materializó.
A pesar de la rápida respuesta de las autoridades –personal de la Secretaría de Gestión de Riesgos y Protección Civil, así como del Ejército Mexicano–, la ayuda se vio obstaculizada por la propia comunidad. Los pobladores, celosos guardianes de sus tradiciones y modos de vida, impidieron el acceso al lugar de los hechos. Este gesto, más allá de una simple resistencia a la autoridad, refleja la complejidad de la situación: la pirotecnia, arraigada en la cultura local, se convierte en una fuente de ingresos para muchas familias, a pesar de los riesgos que implica su elaboración clandestina.
La explosión en Cochoapa no es un hecho aislado. Es un síntoma de un problema más profundo, que pone en evidencia la necesidad de un diálogo urgente entre las autoridades y la comunidad. Un diálogo que permita, por un lado, regular la fabricación de pirotecnia, garantizando la seguridad de quienes se dedican a ella y de la población en general; y por otro, preservar una tradición artesanal que forma parte de la identidad cultural de la región.
La pregunta que queda flotando en el aire es: ¿cómo conciliar la tradición con la seguridad? ¿Cómo encontrar un equilibrio que permita a los artesanos de Cochoapa continuar con su oficio sin poner en riesgo sus vidas y las de sus vecinos? La respuesta, sin duda, requiere de un enfoque integral que involucre a todos los actores, desde las autoridades hasta la propia comunidad. Un enfoque que, más allá de la prohibición, apueste por la capacitación, la regularización y el apoyo a quienes, con sus manos, dan vida a la magia y el color de la pirotecnia, pero que también, sin las medidas adecuadas, se exponen a la tragedia que se esconde tras la pólvora. Cochoapa, hoy, nos llama a la reflexión.
Fuente: El Heraldo de México