12 de septiembre de 2025 a las 09:10
Escapa del Laberinto
Francia se encuentra al borde del precipicio. La crisis política, económica y social se entrelazan en una tormenta perfecta que amenaza con arrastrar al país a una situación sin precedentes. Emmanuel Macron, el presidente que prometió modernizar y revitalizar la nación, se encuentra ahora atrapado en un laberinto de su propia creación, con la sombra de la dimisión planeando sobre él.
La reciente renuncia de François Bayrou, el tercer Primer Ministro en caer durante el segundo mandato de Macron, es un síntoma claro de la profunda enfermedad que aqueja al país. Bayrou, quien apenas llevaba nueve meses en el cargo, se vio obligado a dimitir tras la negativa de la Asamblea Nacional a respaldar su plan de recortes presupuestarios. Un plan drástico, de 51 mil millones de dólares, que pretendía atajar el creciente endeudamiento del país, pero que a su vez amenazaba con desmantelar programas sociales esenciales en áreas como educación, salud y pensiones. La misma espada de Damocles que pendió sobre la cabeza de su predecesor, Michel Barnier, quien apenas duró 90 días en el cargo por la misma razón.
La herida del descontento social, abierta por las medidas de austeridad, ha sido rápidamente infectada por la inestabilidad política. El movimiento "Bloquemos todo" ha canalizado la frustración popular, convocando a una movilización masiva que ha paralizado el país. Las imágenes de las protestas, con casi 200 mil manifestantes tomando las calles de París, Marsella, Rennes, Nantes y Toulouse, entre otras ciudades, son un testimonio del profundo malestar que recorre la sociedad francesa. Incendios, enfrentamientos con la policía, bloqueos de carreteras y aeropuertos, toma de edificios gubernamentales y universidades: la furia contenida ha estallado con una fuerza incontenible.
El gobierno, en un intento desesperado por contener la marea, ha desplegado un operativo masivo con 80 mil policías. Sin embargo, la respuesta represiva no ha hecho más que alimentar el fuego de la indignación. Las más de 670 detenciones, lejos de disuadir a los manifestantes, han servido para legitimar su causa ante la opinión pública. Los "chalecos amarillos", resurgidos de las cenizas de anteriores protestas, se han unido a sindicatos, políticos de la Francia Insumisa y a un coro de voces disidentes que, amplificadas por las redes sociales, exigen un cambio de rumbo. Incluso figuras como Marine Le Pen, desde la extrema derecha, han aprovechado la coyuntura para atizar las llamas del descontento.
Macron, aferrado a la idea de terminar su mandato en 2027, parece no comprender la magnitud de la crisis. La designación de Sébastien Lecornu, un macronista de la primera hora, como nuevo Primer Ministro, es una señal de que el presidente no está dispuesto a ceder a las presiones. Una apuesta arriesgada que, previsiblemente, no será bien recibida por la oposición, que ya ha anunciado nuevas movilizaciones.
El futuro de Francia se presenta incierto. El país se encuentra en una encrucijada histórica, con una crisis multidimensional que no tiene parangón en las últimas décadas. La presión sobre Macron es cada vez mayor, y la posibilidad de una dimisión, aunque él la niegue, se perfila como la única salida a este laberinto sin aparente fin. La pregunta ya no es si Macron dimitirá, sino cuándo. El tiempo se agota, y la paciencia de los franceses también.
Fuente: El Heraldo de México