12 de septiembre de 2025 a las 09:25
El Poder Corrompe
La corrupción, un fantasma que recorre la historia de la humanidad, se manifiesta de diversas formas, adaptándose a cada época y contexto. Desde la antigüedad, donde sobornos y favores eran moneda corriente en los círculos de poder, hasta nuestros días, donde sofisticados entramados financieros ocultan el flujo ilícito de capitales, la corrupción persiste como una amenaza a la justicia y la equidad. No se trata de un fenómeno exclusivo de regímenes autoritarios o totalitarios, aunque estos, bajo el manto del secretismo y la represión, suelen ofrecer un terreno fértil para su proliferación. Democracias consolidadas también se ven afectadas por este mal endémico, demostrando que la transparencia y la rendición de cuentas, aunque esenciales, no son suficientes para erradicarla por completo.
El siglo XX, marcado por las ideologías extremas y las guerras mundiales, nos ofrece un sombrío panorama de cómo la corrupción puede agravar las crisis y prolongar los conflictos. El enriquecimiento ilícito de dictadores y líderes populistas, a costa del sufrimiento de sus pueblos, es un recordatorio constante de la perversión del poder absoluto. Incluso en contextos de guerra, donde la solidaridad y el sacrificio deberían prevalecer, la corrupción encuentra resquicios para prosperar, alimentándose del caos y la desesperación. Casos como los privilegios y recursos que aprovecharon contrabandistas, funcionarios y empresarios durante la Segunda Guerra Mundial ilustran cómo la codicia puede anteponerse al interés colectivo, prolongando el sufrimiento y la destrucción.
La normalización de la corrupción es quizás su manifestación más peligrosa. Cuando la "mordida", la "propina" o la "aportación" se convierten en prácticas habituales, se erosiona la confianza en las instituciones y se perpetúa un sistema injusto. Sociedades enteras pueden caer en la trampa de la resignación, aceptando la corrupción como un mal inevitable. Romper este círculo vicioso requiere un esfuerzo conjunto, desde la educación cívica hasta la implementación de mecanismos de control y vigilancia efectivos.
La cita de Vittorio Gassman en la película "En nombre del pueblo italiano", donde se presenta la corrupción como una forma de "aligerar los trámites" e "incentivar las iniciativas", refleja una visión cínica y perversa de este fenómeno. Lejos de ser un catalizador del progreso, la corrupción obstaculiza el desarrollo económico y social, generando desigualdad y perpetuando la pobreza.
Los ejemplos recientes de corrupción en México, mencionados en el texto, son una muestra de la vigencia de este problema. Desde los fajos de billetes hasta las lujosas propiedades, la impunidad y el abuso de poder siguen siendo una constante en la vida política del país. La falta de transparencia y la debilidad de las instituciones crean un ambiente propicio para la corrupción, permitiendo que los responsables evadan las consecuencias de sus actos.
La lucha contra la corrupción no es una tarea sencilla. Requiere la fortaleza de los órganos autónomos, la transparencia en la gestión pública, la rendición de cuentas de los funcionarios y la autonomía y división de poderes. Sin estos pilares fundamentales, la democracia se debilita y la corrupción se afianza, convirtiéndose en una amenaza constante para el bienestar de la sociedad. Es crucial promover una cultura de la legalidad y la ética, donde la honestidad y la integridad sean valores fundamentales. Solo así podremos aspirar a una sociedad más justa y equitativa, donde la corrupción sea la excepción y no la regla.
Fuente: El Heraldo de México