11 de septiembre de 2025 a las 22:15
Tragedia en San Juan Ixhuatepec: Recordando la explosión de 1984
El eco de San Juanico resuena en Iztapalapa. La tragedia del pasado miércoles, con la explosión de una pipa de gas, nos recuerda la fragilidad de la vida y la persistente amenaza de accidentes industriales. Aunque la escala de la catástrofe en Iztapalapa, con sus ocho fallecidos y decenas de heridos, no se compara con la magnitud del horror de San Juanico, la angustia y el dolor de las familias afectadas son igualmente profundos. Este nuevo incidente reabre heridas que nunca terminaron de cicatrizar, nos obliga a reflexionar sobre la seguridad de nuestras ciudades y a preguntarnos si hemos aprendido realmente las lecciones del pasado.
La imagen de la columna de fuego elevándose al cielo en Iztapalapa evoca inevitablemente las escenas dantescas de 1984, cuando una serie de explosiones en la planta de Pemex en San Juan Ixhuatepec transformó la madrugada en un infierno. Más de 500 vidas se perdieron en aquella tragedia, miles resultaron heridos y un pueblo entero quedó marcado para siempre por la devastación. El recuerdo de San Juanico es una sombra que se proyecta sobre cualquier incidente relacionado con gas, una advertencia constante sobre el poder destructivo de estas sustancias y la importancia crucial de la prevención.
La pregunta que se impone es: ¿qué hemos hecho en estos 39 años para evitar que se repita una tragedia similar? ¿Se han implementado las medidas de seguridad necesarias? ¿Se han reforzado los protocolos de transporte y almacenamiento de materiales peligrosos? ¿Se ha invertido lo suficiente en la capacitación del personal y en la supervisión de las instalaciones? La respuesta, lamentablemente, parece ser insuficiente. La tragedia de Iztapalapa demuestra que aún existen vulnerabilidades en nuestro sistema, que todavía hay mucho por hacer para garantizar la seguridad de la población.
Es fundamental que las autoridades realicen una investigación exhaustiva para determinar las causas exactas del accidente y deslindar responsabilidades. No basta con lamentar las pérdidas y ofrecer condolencias a las familias afectadas. Es necesario ir más allá y tomar medidas concretas para prevenir futuros incidentes. Esto implica revisar y actualizar las normativas de seguridad, incrementar la vigilancia sobre las empresas que manejan materiales peligrosos y promover una cultura de prevención en todos los niveles de la sociedad.
La memoria de San Juanico debe ser un recordatorio constante de la importancia de la seguridad. No podemos permitir que la historia se repita. Debemos aprender de las tragedias del pasado para construir un futuro más seguro para todos. La solidaridad con las víctimas de Iztapalapa debe traducirse en acciones concretas que nos permitan evitar que el eco de San Juanico vuelva a resonar en nuestras ciudades. La seguridad no es un lujo, es un derecho fundamental que debemos proteger a toda costa. Es hora de exigir a las autoridades que asuman su responsabilidad y que garanticen que tragedias como estas no vuelvan a ocurrir.
Fuente: El Heraldo de México