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11 de septiembre de 2025 a las 12:20
Tragedia en la Colonia del Mar: Cuitlacoche muere ahogado
La tragedia se cernía sobre la colonia Del Mar en Tláhuac, no solo por las inundaciones que anegaron viviendas y calles, dejando a su paso un rastro de pérdidas materiales, sino por el silencioso drama que se desarrollaba en el hogar de la señora Magdalena Santos Camarena. El grito desgarrador "¡Mamá, Pedrito se está ahogando!" resonó en la madrugada del 10 de septiembre, marcando el inicio de una pérdida irreparable. Pedrito, un cuitlacoche ceniciento, no era una simple ave para la familia; era un miembro más, un compañero fiel que durante 17 años llenó sus vidas con su melodioso canto. Llegó a ellos siendo apenas "una bolita de algodón", como recuerda con nostalgia la señora Magdalena, mostrando con su mano el diminuto tamaño que tenía al caer de una palmera. Desde entonces, se convirtió en el consentido, recibiendo cuidados y cariño, convirtiéndose en un miembro más de la familia.
La furia de la lluvia, que activó la alerta púrpura en Tláhuac y Tlalpan, no solo trajo consigo la inundación y la pérdida de bienes materiales, sino que también silenció para siempre el canto de Pedrito. Imaginen la escena: la oscuridad de la noche, el agua subiendo inexorablemente, y el pequeño cuitlacoche luchando en vano contra la corriente. Una imagen que quedará grabada en la memoria de la señora Magdalena y su familia.
La mañana siguiente, mientras los bomberos trabajaban incansablemente para drenar el agua que inundaba la colonia, un silencio inusual reinaba en el hogar de la señora Magdalena. Solo se escuchaba el desconcertado ladrido de su perro pitbull, compañero inseparable de Pedrito, quien parecía buscar con la mirada al pequeño cantor que ya no respondería a su llamado. La ausencia de su trino matutino era un doloroso recordatorio de la tragedia.
La historia de Pedrito nos invita a reflexionar sobre la conexión que establecemos con la naturaleza, incluso en el entorno urbano. El cuitlacoche ceniciento, originario de las zonas desérticas de Baja California, encontró un hogar en el corazón de la Ciudad de México, demostrando la capacidad de adaptación de estas aves y la importancia de preservar sus hábitats, tanto naturales como los que se crean inesperadamente en la urbe. Su canto, que alegraba las mañanas de la familia Santos Camarena, es un recordatorio de la belleza y fragilidad de la vida silvestre.
El Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas (CICIMAR) del IPN describe al cuitlacoche ceniciento como un ave de plumaje gris, con un distintivo pico curvo y pecho blanco. Su canto, tan apreciado por quienes tienen la fortuna de escucharlo, es un verdadero tesoro natural. La historia de Pedrito, aunque trágica, nos recuerda la importancia de valorar y proteger a estas especies, que a menudo pasan desapercibidas en el bullicio de la ciudad. Su presencia nos enriquece y nos conecta con la naturaleza, recordándonos que somos parte de un ecosistema más amplio que debemos cuidar y preservar. La señora Magdalena, a pesar de su dolor, guarda en su corazón el recuerdo del pequeño Pedrito, un símbolo de la vida que florece incluso en los lugares más inesperados.
Fuente: El Heraldo de México