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11 de septiembre de 2025 a las 09:20
Rompe Estereotipos: La Irreverencia Cultural
La costumbre, ese conjunto de prácticas arraigadas en nuestra sociedad, moldea nuestra percepción del mundo de una manera tan sutil que a menudo pasa desapercibida. Se convierte en un prisma a través del cual juzgamos, clasificamos y, lamentablemente, discriminamos. Desde la asignación de roles de género hasta la validación de prejuicios raciales, la costumbre permea todos los ámbitos de nuestra vida, desde el hogar hasta los tribunales de justicia.
Pensemos, por ejemplo, en la crianza de los niños. ¿Cuántas veces hemos escuchado frases como "los niños no lloran" o "las niñas deben ser delicadas"? Estas afirmaciones, aparentemente inofensivas, perpetúan estereotipos que limitan el desarrollo emocional y social de nuestros hijos. Confinamos a las niñas a un mundo de fragilidad y dependencia, mientras que a los niños les negamos la posibilidad de expresar sus sentimientos abiertamente. Esta dicotomía, impuesta por la fuerza de la costumbre, genera desigualdades y frustraciones que se arrastran hasta la edad adulta.
En el ámbito laboral, la costumbre también juega un papel perverso. La creencia de que los hombres son más aptos para puestos de liderazgo o que las mujeres deben priorizar la familia sobre su carrera profesional, limita las oportunidades y perpetúa la brecha salarial. Se contrata y se asciende con base en prejuicios, no en méritos, lo que resulta en una pérdida de talento y un freno al progreso.
El caso Atala Rifo, mencionado en el texto, es un ejemplo paradigmático de cómo los estereotipos, amparados por la costumbre, pueden influir en decisiones judiciales. La orientación sexual de la madre se convirtió en el argumento central para negarle la custodia de sus hijas, ignorando por completo su capacidad como progenitora. Este tipo de decisiones, basadas en prejuicios y no en evidencias, vulneran los derechos fundamentales y perpetúan la discriminación.
La costumbre, al ser una construcción social, es susceptible al cambio. Debemos cuestionar las prácticas heredadas, analizar su impacto en la sociedad y promover una transformación que nos lleve hacia una convivencia más justa e igualitaria. Romper con la inercia de la costumbre requiere un esfuerzo consciente, una actitud crítica y la voluntad de construir un futuro diferente.
Es imperativo desmantelar la idea de que la repetición de una práctica la convierte en correcta. La longevidad de una costumbre no es sinónimo de justicia o validez. Al contrario, muchas veces las costumbres más arraigadas son las que más daño causan. Debemos ser irreverentes, cuestionar lo establecido y promover un diálogo que nos permita identificar y erradicar las prácticas discriminatorias.
La deconstrucción de la costumbre implica un desafío, pero es un desafío necesario. Requiere un análisis profundo de nuestras creencias y valores, una apertura al cambio y la voluntad de construir una sociedad más inclusiva y respetuosa de la diversidad. No se trata de borrar nuestra historia, sino de reinterpretarla con una mirada crítica y construir un futuro donde la igualdad y la justicia sean la norma, no la excepción. El camino hacia una sociedad más justa comienza con el cuestionamiento de la costumbre. Comienza con la valentía de decir "no" a lo que siempre se ha hecho y "sí" a lo que es justo y equitativo.
Fuente: El Heraldo de México